Hace 10 años, la negligencia, corrupción y permisividad con los criminales convirtieron a El Salvador en la capital mundial del asesinato. Durante la segunda gestión del FMLN, con Salvador Sánchez Cerén como presidente (ahora prófugo de la justicia después de haberse llevado fondos públicos y protegido por el régimen orteguista de Nicaragua), el país llegó a tener una tasa de 106.3 homicidios por cada 100,000 habitantes.
Las pandillas comenzaron cuando ARENA estaba en el poder. Las dejó crecer y fortalecerse por pura conveniencia y por interés. La inseguridad les generó grandes ingresos al crear agencias de seguridad que se lucraron de jugosos contratos del Estado. Por eso no extraña que ahora se queje de que se suspenda la seguridad privada en instituciones públicas, cuando ya no es necesaria. Le afecta que la recién conquistada paz signifique el desmontaje de un esquema para obtener millones de dólares.
El 2024 cerró con una tasa de homicidios de 1.9 por cada 100,000 habitantes, gracias a las exitosas políticas de seguridad del presidente Nayib Bukele. Conquistó lo que otros consideraban una tarea imposible. Triunfó donde otros solo habían simulado hacer su trabajo porque, en realidad, se hacían ricos con la desgracia del pueblo salvadoreño.
Al final del año pasado también empezamos a ver un cambio muy necesario: cero tolerancias al alcohol para los conductores de vehículos automotores. Como en el caso de la seguridad pública, la medida tuvo muchos objetores reclamando la radicalidad de no aceptar ni el más pequeño rastro de alcohol en el organismo.
Los que se oponen hacen la vista gorda a los cientos de muertos en siniestros viales. Cuando un borracho estrella su carro con otro o arrolla a un peatón no estamos ante un accidente, sino ante un homicidio doloso. Combinar bebidas alcohólicas, automóviles y velocidad equivale a jugar con la vida propia y la de otros.
Las reformas aprobadas por la Asamblea Legislativa implican multas más grandes, pero también la suspensión de la licencia de conducir por un año. Y, en caso de reincidencia, de manera permanente.
El Salvador dejó de ser un país violento y envió a la cárcel a más de 84,000 integrantes y colaboradores de las maras, gracias a ello disfrutamos de paz. Pero se requirieron medidas valientes, contundentes, y ninguna tolerancia al delito. Para conquistar la paz y la tranquilidad en las calles también se necesita que las autoridades sean implacables y no permitan que ebrios sigan causando desgracias.