Julio Ernesto Cruz tiene 50 años y es un artesano de Berlín, Usulután, que encontró su verdadera pasión después de un accidente en el que se fracturó un pie que lo imposibilitó para trabajar.
Su primer acercamiento con las artesanías y las manualidades la tuvo a los 11 años, cuando por el desafío de un vecino se dedicó tres días enteros a elaborar un gancho de hondilla, que su vecino había tardado tres semanas en hacer. Después de eso, por un corto tiempo, se asoció con su vecino, que en ese entonces tenía 30 años, para elaborar yoyos, trompos y capiruchos.
«Desde entonces me dediqué a hacer artesanías de forma esporádica. De adulto me convertí en obrero de la construcción, en fontanero, también hice otros trabajos», cuenta Julio.
En 2018, debido a una caída en la que se fracturó un pie, se vio imposibilitado para trabajar, por lo que encontró en la elaboración de artesanías una forma de solventar sus problemas económicos y distraerse.
«Mi vida dio un cambio de 180 grados, le preguntaba a Dios qué hacer y recordé que siempre había tenido la facilidad para elaborar con mis manos. Como tenía el pie quebrado, mandé a mis dos hijos a comprar materiales para hacer aretes, algo que nunca había hecho», comenta el artesano.
En esa época, su hija, Crisanta Inés Cruz (18 años), se volvió su mano derecha en la elaboración de aretes y llaveros. Desde entonces se dedica a tiempo completo al oficio. Su hija lo acompaña y ha desarrollado también las habilidades como artesana.
«Desde pequeña me llamaba la atención la elaboración de artesanías con macramé. Comencé pintando los llaveros que mi papá hacía y ahora elaboro parte de los productos que comercializamos», dice Crisanta.
La época de pandemia fue muy dura para este padre de familia, quien había invertido todo su capital en material y solo se quedó con $5 en el bolsillo.
«El siguiente día, luego del cierre, estaba preocupado, sentado en el parque pensando qué darle de comer a mi familia, y un señor andaba buscando un mozo. Sin pensarlo fui con él para trabajar, me gané $35, con los que compré comida para mi familia», contó el artesano.
Actualmente, padre e hija tienen su puesto en el portal frente al parque de Berlín, a la par de la casa de la cultura, lugar en el que se encuentran desde las 7 de la mañana. En Facebook, los pueden contactar en Artesanías Don Julio.
«Llevamos seis años con este emprendimiento. Hemos sido un apoyo mutuo, somos un complemento. Hemos ido conociendo nuestras habilidades y fortalezas», dice Crisanta.
«Para mí esto no es un trabajo, es una pasión. Cada día es una experiencia nueva, lo que viví ayer no se repite ahora. Una de las cosas que más me gustan es que puedo conocer personas», manifestó Julio.
