El papa Francisco reunirá a dirigentes de diez religiones diferentes en su último día completo de visita en Ulán Bator, capital de Mongolia, en una muestra de apoyo al diálogo entre denominaciones en una región sensible.
Su mensaje matinal a esas denominaciones en Mongolia -una democracia joven cuya Constitución contempla la libertad religiosa- se da en momentos que el pontífice de 86 años busca decirle implícitamente a los vecinos de Mongolia, en particular China, que la espiritualidad es saludable para las sociedades, no una amenaza.
El sábado, durante un encuentro con misioneros católicos en la catedral de los santos Pedro y San Pablo de Ulán Bator, Francisco afirmó que los gobiernos «no tienen nada que temer» de la Iglesia católica.
«Los gobiernos (…) no tienen nada que temer de la labor de evangelización de la Iglesia porque ésta no tiene una agenda política», manifestó el pontífice sin citar directamente a China.
Hay unos 1.400 católicos en Mongolia entre una población de 3,3 millones. Solo 25 son sacerdotes y solo dos de ellos son mongoles.
La mayoría de los habitantes son budistas o practican el chamanismo.
Al visitar el aislado país de Asia Central, el jesuita argentino esperaba no solo apoyar a la diminuta comunidad católica de misioneros y fieles, sino utilizar su presencia en la cercanía de China para intentar mejorar las relaciones del Vaticano con Pekín.
El Partido Comunista Chino, que ejerce un control estricto sobre las instituciones religiosas, desconfía de la Iglesia católica en su territorio.
La Santa Sede renovó el año pasado un acuerdo con Pekín que permite a las dos partes incidir en el nombramiento de obispos en China.
Críticos lo califican como una peligrosa concesión del Vaticano a cambio de su presencia en el país.
– «Peregrino de la amistad» –
Mongolia recibió el sábado al pontífice con una ceremonia oficial de bienvenida que incluyó una guardia de honor de jinetes en la enorme plaza Sukhbaatar.
Tras definirse como un «peregrino de la amistad», Francisco elogió la «sabiduría» y la rica y antigua cultura de Mongolia, donde los ganaderos y agricultores son «respetuosos con los delicados equilibrios del ecosistema».
Afirmó que las tradiciones chamanista y budista de Mongolia, de vivir en armonía con la naturaleza, pueden ayudar en los «urgentes e inaplazables esfuerzos por proteger y preservar el planeta Tierra».
Las religiones, cuando no han sido «corrompidas» por los desvíos sectarios, pueden ayudar a crear sociedades sanas, afirmó.
Pueden «representar una salvaguardia ante la insidiosa amenaza de la corrupción, que supone un peligro grave al desarrollo de cualquier comunidad humana».
Mongolia se ha visto inmersa en la corrupción y la degradación ambiental los últimos años, con su capital afectada por el aire contaminado y un escándalo de malversación que desató protestas callejeras.
Grandes partes de su territorio están en peligro de desertificación debido al cambio climático, la ganadería extensiva y la minería.
– Figura mundial –
En la plaza Sukhbaatar, que lleva el nombre de un héroe revolucionario mongol, muchos intentaron ver al líder de los 1.300 millones de católicos del mundo.
Entre ellos, Enkhtur Dagvadorj, un mongol, contó sonriente que no es católico pero que quería ver al papa. «Parece una persona maravillosa», afirmó.
«Aunque los mongoles son budistas, es lindo recibir a un papa de Roma en nuestro país», afirmó. «Su visita es muy beneficiosa para nuestro país en muchos aspectos, desde la reputación hasta la economía».
La visita de Francisco atrajo a peregrinos de países vecinos, incluidos católicos chinos, algunos de los cuales ondearon la bandera roja de su país mientras esperaban ver al pontífice.
El domingo, Francisco oficiará misa en un recién construido estadio de hockey sobre hielo.