Según la milenaria cultura china, regida por otros cánones de tiempo, política, filosofía y cultura, 2025 es el año de la serpiente de madera yin. Comienza el 29 de enero de 2025 y finaliza el 16 de febrero de 2026. A diferencia de 2024, año Yang del dragón de madera, este es un período de introspección y sabiduría para el mundo. Mientras el dragón celestial conllevó un ciclo de acción, la serpiente o dragón pequeño, sexta entre los 12 signos del zodíaco chino, es la manifestación terrenal del dragón, encargada de materializar los cambios iniciados en 2024. Regeneración y cambio de piel, la serpiente conlleva momentos de inflexión, propicios para reconstruir bases y fortalecer relaciones para mantener el equilibrio personal, planetario y universal. La dualidad de la serpiente significa un reto: es un ser irresistible que puede hipnotizar y confundir, obligándonos a reflexionar antes de actuar. Si 2024, con su madera yang, fue un ciclo de acción, 2025 trae una vibración femenina, pausada y reflexiva, simboliza un crecimiento lento pero constante, como una enredadera que busca la luz desde la sombra.
Estos signos del zodíaco chino y sus interpretaciones, leídos como ensalmos, se basan en cinco elementos (fuego, tierra, metal, agua y madera), simbolizan la energía cíclica del universo y sorprendentemente se ajustan a la política nacional e internacional de la República Popular China. Ya en 2013 el presidente Xi Jinping propuso construir una plataforma mundial bajo la pregunta «¿Hacia dónde vamos?», en el Instituto Estatal de Relaciones Internacionales de Moscú.
En 2017 articuló dicha plataforma en la oficina de Ginebra de las Naciones Unidas para concretizar una Comunidad de Futuro Compartido para la Humanidad (CFC), cuando propuso cinco objetivos básicos: construir un mundo de paz permanente a través del diálogo y la consulta; seguridad común para todos mediante esfuerzos conjuntos; prosperidad común a través de una cooperación que beneficie a todos; intercambios y aprendizaje mutuo; edificar un mundo ecológicamente limpio basado en un desarrollo verde y bajo en emisión de carbono.
Este concepto ancestral de la sabiduría oriental, de construir una plataforma común de solidaridad y cooperación, guía la política exterior china. Un ideograma mandarín de cuatro trazos, que sintetiza la comunidad mundial, tianxia, «todos juntos bajo el mismo cielo», un mundo sin la división actual de fronteras.
Dentro de esta Hoja de Ruta, China ha creado la Iniciativa de la Franja y la Ruta de la Seda y las Iniciativas de Desarrollo, Seguridad y Civilización Global, a través de las cuales ha traído prosperidad y estabilidad a un mundo donde la interdependencia y cooperación son tendencia predominante, y donde las tecnologías de la información y las autopistas de la era digital han roto fronteras mediante internet, big data, computación cuántica, inteligencia artificial, revolución 5G.
China tiene la experiencia de haber sido uno de los países más pobres y atrasados del Sur Global que, a través de sus transformaciones económicas y políticas, hace menos de un siglo pudo salir del subdesarrollo y despuntar como potencia mundial en la actualidad. Su relación con los países del Sur Global carece de los intereses mezquinos imperialistas de las grandes potencias.
Otro referente de la CFC es el internacionalismo del Partido Comunista de China (PCCh) y los grandes hitos que han marcado su historia como la Revolución China de 1949, liderada por el presidente Mao Zedong, o la introducción de la economía de mercado como política de Estado, el llamado «socialismo de mercado», del gran reformista Deng Xiaoping, que disparó los índices de desarrollo desde una China feudal atrasada económicamente hasta volverla una potencia planetaria de primer orden.
Se trata de un principio ideológico de China: la búsqueda de soberanía sobre los recursos naturales para usarlos en el desarrollo nacional. Proyecto que unió a muchos Estados asiáticos y africanos, que acababan de independizarse, durante la Conferencia de Bandung, Indonesia, en abril de 1955, y se tradujo en un paradigma que marcó las relaciones internacionales desde mediados del siglo XX. En 1961 se creó en Belgrado, Yugoslavia, el Movimiento de Países No Alineados (MNPA), a iniciativa de China, Egipto, Ghana, India, Indonesia y Yugoslavia. Asimismo, China es parte del Grupo de los 77 + China, y de otros proyectos de descolonización, independencia nacional y respeto a la soberanía de los pueblos, que en 1974, durante la VI asamblea de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) proclamaron la Declaración de un Nuevo Orden Económico Internacional, conforme a las peticiones que presentaban los países subdesarrollados a los desarrollados, relativo a las reglas de funcionamiento de «un viejo orden económico internacional», anterior a las guerras de descolonización, que ha perpetuado pobreza y desigualdad en los llamados países del Tercer Mundo.
China y las propuestas del Nuevo Orden Económico Internacional en 1974 fueron expresiones de un proyecto de formar una comunidad global de pueblos en desarrollo, antecedente de la CFC. Cada acción de China, por muy aislada que parezca, parte de la idea de contribuir a la construcción de la CFC: condonar deudas, envío de tropas a las fuerzas de paz de la ONU, apoyo a través de la Iniciativa de Desarrollo Global, donaciones de equipos a ejércitos en el marco de la Iniciativa Global de Seguridad, establecimientos de Institutos Confucio, cooperación y créditos blandos para el desarrollo.
Muchos de estos principios no son propiedad de la sociedad china, están en la mayoría de las civilizaciones del mundo, pues el ser humano sobrevivió como especie debido a su conciencia de colectividad. China los ha convertido en principios de las relaciones internacionales para encarar el futuro de la humanidad frente a megaproblemas, como la amenaza de una hecatombe nuclear, el hambre, la pobreza, catástrofes naturales, nuevas pandemias y el calentamiento global. La diplomacia china aborda los problemas mundiales desde una perspectiva holística acentuando la gravedad que estos representan para la existencia de la humanidad.
Este 2025 será un año para que, a nivel planetario y personal, se medite cuidadosamente al tomar decisiones ante un mundo a punto de autodestruirse, y avanzar con cautela, al igual que la serpiente, que explora el terreno antes de moverse.