Suena el teléfono dos veces, la primera recién cuando van ocho minutos de entrevista. Son los compañeros de equipo de David Vargas, mejor conocido como «Pepe» en el mundo del voleibol. Las preugntas no han terminado, pero vibra y suena una melodía en el celular. Ya están impacientes los otros jugadores porque el seleccionado nacional no ha llegado a la práctica.
La tenacidad y disciplina han llevado a «Pepe» a tener sobre sus hombros cuatro Juegos Panamericanos y un Mundial en sus casi 22 años de carrera y 40 años de edad. El voleibol de playa es su pasión, pero el amor por sus hijos Cristian, Gabriel y la pequeña Julieta no son comparables.
Este atleta salvadoreño no ha tenido una vida sencilla, ya que en su adolecencia cruzó por la calle estrecha y oscura de las drogas. Pero el balón, el apoyo de su hermano Rafael Vargas, otro de los mejores voleibolistas que ha tenido el país, le ayudaron a rematar y defender su vida que tenía un propósito que estaba aliado con el deporte.
Vargas está ahora en la ruta a jugar sus enémisos Juegos Centroamericanos que se realizarán en el país. Está agradecido con el Indes por todo el apoyo brindado y quiere retribuirlo dando su mejor esfuerzo por poner en alto el nombre de El Salvador en esa justa. Pero hace un paréntesis para platicar con «Diario El Salvador» sobre su vida como deportista y la personal.
-Pepe, ¿me podés decir quién sos más allá del atleta de voleibol playa?
Soy un papá, profesor, entrenador, amante de la vida. Un mal esposo que ha querido ser un buen esposo; un mal cristiano que ha querido ser un buen cristiano;un buen hombre, noble, que ha tomado malas decisiones muchas veces, pero de eso estamos hechos, de errores y aciertos. Soy amante de Dios, de mis hijos. Soy un jugador de voleibol y no quiero dejar de jugarlo, pero ese momento va llegar, eso es así para cualquier atleta que ha andado compitiendo y que le ha dado tanto al deporte, no es fácil pensar en ese momento. Me preguntan cuándo me voy a retirar y les digo que ‘no estoy jugando en tu espalda, ja, ja, ja. Me siento bien para seguir jugando, pero eso soy, básicamente.
-El Pepe deportista tiene 22 años de carrera, ¿cómo llegaste al voleibol y qué no te ha apartado de este deporte?
Fijate que el Tribi (Rafael Vargas), que es mi hermano fue mi inspiración.O sea, aparte de Emanuel Rego, Ivonne Soler, que ha sido alguien que me ha inspirado bastante, es una jugadora un poco mayor que yo pero sigue jugando y que se retira y no se retira, pero nunca lo ha anunciado.
Pero el Tribi me llevó (a jugar), yo estaba en un momento que estaba pasando problemas con las adicciones a las drogas, en mi adolecencia. Entonces, el Tribi me decía ‘vamos a entrenar’. Y gracias a Dios me puso el voleibol como una salida y tengo ese tiempo (22 años de no consumir). En enero 26 cumplo, el tiempo que tengo de jugar, es el tiempo que tengo de no consumir. No me hace falta, ahí es donde uno cree en los milagros y eso que yo era un adicto de consumir, por lo menos, tres o cuatro veces cocaína en la semana y nunca más me hizo falta. Me puede acusar de, porque yo estaba saltando bastante en el 2007, y alguien me dijo ‘vos te has dopado’. Estás loco, le dije yo: huevos, frijoles y tortillas me he hartado. Me pueden decir que me vieron con una cerveza y sí, ese sí es probable que sea yo, pero que me digás que me viste consumiendo drogas o algo estoy seguro que no era yo.
Me han hecho pruebas de dopaje por años y tengo una gran suerte para salir siempre en las rifa del doping y ni ganas de orinar me dan ja, ja, ja, púchica. Pero sí, el Tribi influyó mucho en mí. Entonces me fui a entrenar y el profesor Omelio, de Cuba, siempre que lo veo dice que yo soy uno de sus grandes logros, que yo haya llegado siendo un drogadicto y que ya no consumía. Cuando he ido a Cuba, estos últimos años antes de la pandemia, siempre me dice lo mismo y es una alegría para mí.
El Pepe deportista es alguien bien entregado, no me estoy jactando de esto, pero soy uno de los jugadores más entregados al deporte y disciplinado que haya tenido el voleibol nacional a través de los años, estoy completamente seguro. Estoy convencido de mi disciplina: entrenar cuando todos están de vacaciones. Tratando de no sobrecargarme. Pero en el 2006 me acuerdo que Camello (Jeovanni Medrano) y Carlos Leiva se habían ido a un torneo Norceca (todavía no había iniciado el tour. Entonces vine yo y les dije ‘me voy a ir a rematar’. Me acuerdo que estaba un poquito triste porque quería ir, pero ellos habían ganado el Circuito Nacional, ellos eran la pareja uno. Camello acababa de dejar de jugar con mi hermano y se fueron. Yo me fui a rematar y pasó alguien que hacía torneos en la Costa del Sol, a inicios de los años 2000. Bien me acuerdo que fue un miércoles de Semana Santa y esa persona pasó y me dice: ‘así se hacen los campeones’. Eso me marcó.
También tuve un entrenador, cuando jugaba voleibol de sala que me dejó fuera tres veces de la selección y yo lloré. No es fácil, pero es uno de los que más me enseñó. Nunca me iba a imaginar que 12 o 13 años después iba a estar jugando el Mundial (de voleibol de playa) en Holanda.
Yo nunca he sido talentoso, mi hermano el Tribi es talentoso, mi hijo Cristian ha sido talentoso, a pesar de que mide 1.70 m, Gabriel (su segundo hijo) no es talentoso, le digo nos cuesta ser talentosos. Pero a mí la disciplina me ha formado. Gracias a Dios, eso me ha dado cuatro Juegos Panamericanos y un Mundial.
-¿Podés decir que el voleibol te salvó la vida si andabas en un mundo de drogas?
Sí, me volví adicto al voleibol. Pero sí puedo decir que el voleibol me ayudó a salvar mi vida a enfocarme. Me dicen: si toda tu vida fuera como sos de entregado al voleibol serías millonario. Sí he sido muy entregado, son horas y horas de entrenamiento. Los rivales nacionales que uno tiene, uno los ha ido formando,se han ido formando de quererte ganar. Como cuando yo me formé, lo hice queriendo ganarle al Tribi y al Camello.
Dejé de jugar con Tato Talavera porque se retiró, entonces estoy jugando con alguien nuevo, joven. Entonces va uno a pelear contra jugadores buenos, que ya están formados, que van en proceso.
-¿Cuántos años fuiste pareja de Tato antes de que se retirara?
Fuimos pareja siete años y cinco estuvo con el Camello.
-Son 12 años solo con ellos. ¿Cuando Tato se retira del deporte, pensaste en hacer lo mismo?
No, la verdad es que no.
¿Y él por qué se retira?
Porque andaba buscando mejores ingresos, quería superarse laboralmente. Tato es un crack, es un tipo tan ordenado, lo admiro. El mayor de los dos soy yo, peor ustedes hubieran pensado que él era mi hermano mayor. Tiene una madurez, una inteligencia emocional… Tato es un tipazo y está soltero, por si hay alguien interesada (sonríe). Es alguien a quien admiro mucho, pero él sabía que no me iba a retirar. Él le dijo a un amigo: tu hija va empezar a jugar voleibol y Pepe va estar jugando. Tenerlo ahora de entrenador es chévere, podemos hablar cosas, no hay un beneficio extra para mí, todos estamos en el mismo barco. Es como yo se los he dicho a mis hijos que juegan, cuando yo he estado a cargo de ellos, que si no rinden, con el dolor de mi alma no vas a quedar.
-Con Tato se complementaban y por eso parte del éxito que tuvieron.
Con él fui a dos Panamericanos y a un Mundial, con Camellos fui a otros dos Panamericanos. Pero creo que también es la mística del entrenamiento, porque no siempre tuvimos entrenador, nosotros diseñábamos los entrenos muchas veces. Con ambos me gustaba jugar, con ambos hice una buena amistad, creo que Tato es, hoy por hoy, uno de mis mejores amigos.
¿El 2015 fue tu mejor año de esta carrera deportiva?
Creo que sí, porque en 2014 anuncian en Puerto Rico que los primeros cuatro del ranking y voy a ver el ranking y yo estaba en cuarto. Casi no nos mandan a esa fecha porque Tato tenía problemas con la visa, y me voy con alguien más y la siguiente era en Estados Unidos. Estábamos peleando con Costa Rica el puesto. Me toca Costa Rica ahí y le ganamos 2-1. Me fui bloqueando ahí y me llevé a Pinky de defensa y ganamos ahí, agarramos ventaja, pero nos vuelve a tocar en Estados Unidos y ahí perdemos contra los ticos. Llegamos a Trinidad y Tobago y a ellos les tocaba Barbados y a mí Aruba. Esa pareja de Aruba anduvo por cinco o seis años jugando era buena, el defensa era más alto que yo y el bloqueador más alto que Tato. Ese partido no dormí muy bien por los nervios. Íbamos ganando el tercer set 14-10 y nos hacen el cambio y no cerraba yo. Se pone 14-13 y ya la última le sacan a Tato y él me dijo atrás, pero yo le dije línea y ahí ganamos. Nos fuimos arriba en puntos y ya estábamos adentro.
Era un sueño el Mundial, solo lo había visto en Youtube. El Cristiano Ronaldo del voleibol de playa estaba ahí, el Messi estaba por allá. Estaban todos y en el desayuno yo decía, ‘puya, estoy comiendo con ellos’. A veces me dicen que por qué hablo tanto del Mundial, por qué veo tanto los videos y les digo que qué les importa, yo lo viví. Pudimos ir al año siguiente a Viena, al otro Mundial, pero lastimosamente no nos mandaron a esas fechas.Fuimos a una para ver si lográbamos entrar, pero no se pudo.
Pero sí, el Mundial es una experiencia única. De repente ves al actual campeón olímpico Alison Cerutti y le hablé en inglés y le pedí una foto, y me levantó y me dice ‘amigo’, se acordaba de mí porque lo había conocido en Juegos Panamericanos del 2011. No me hables en inglés, me dijo, porque yo no puedo hablar inglés. Me abrazó, me dijo que no tenía que pedirle fotos porque siempre me iba a dar fotos. Él, muy amablemente, se acordaba de mí.
Pero sí, el 2015 fue mi mejor año porque de ahí nos vamos a los Panamericanos de Toronto y ahí vos me tomaste un video de un Skyball contra Puerto Rico, pero al final ganamos ese punto.
-Son 22 años de carrera y casi 40 años de edad. Ya jugaste en pareja con tus hijos.
Sí, jugué con los dos y es una súper experiencia, creo que cualquier papá quisiera jugar con su hijo. Ya jugamos un par de torneos y con Gabriel ven que peleamos mucho pero hay confianza. Mi pedagogía con él es diferente por la confianza. Por ratos me vuelvo un entrenador tóxico, porque así era el Tribi conmigo, me pasaba regañando, pero al final es porque les ves capacidad y creés que pueden hacer las cosas bien.
-Tenés a tus hijos de 23 y 17 años, pero también una bebé de meses de nacida.
Es mi tortuguita, es Julieta. La vacunaron estos días y no te imaginás cómo lloré. Cada vez que me acuerdo me dan ganas de llorar. A más edad te volvés más protector, o no sé. La necesidad de la buena crianza, porque la verdad es que yo fui papá a los 17 años y de repente me doy cuenta que no hice cosas bien con Cristian o con Gabo, entonces decís que lo querés hacer bien.
Julieta es una niña espectacular, lo puse en redes sociales cuando nació. Le hicimos antes de nacer un prueba para ver si tenía el Síndrome Down y nos salió que no, pero al nacer nos dicen que le hallaban ciertos rasgos, fue una gran sorpresa, porque en el examen nos salía que no tenía, pero al parecer sí. En septiembre le van a hacer el cariotipo para contarle los cromosomas, pero sí ya le vamos viendo los rasgos, aunque es muy leve. Julieta no tiene problemas de salud, pero Julieta no, bendito sea Dios. Estoy enamorado de ella. Quiero ser un buen papá con ella, quizás reparar con ella otras cosas que no hice con mis otros hijos. A ellos nunca he dejado de amarlos, pero uno se equivoca, pero el amor por los hijos ahí está.
-Andás tatuado en tu brazo a Hugo, tu hermano que ya falleció.
A mí hermano lo mataron, no se sabe quién. Tenía problemas con el alcoholismo que ya era grave porque se quedaba a dormir en la calle, a pocos pasos de donde vivía, era un tatuador. En la calle agarrás problemas con cualquiera. Hugo era un buen tipo. Tenía un corazón increíble. Una vez le dije ‘mirá, mañana me paga y no tengo para darles de comer a los bichos, Tenés unas 10 bolas que me prestés y te los paso a dejar mañana’. Me dijo ‘venite y aquí tengo algunas cosas. Tengo cinco dólares y dos coras’. Me dio el billete y ‘con estas coras me voy al estudio, ya mañana trabajo y con un par de tatuajes tengo’. Me dio todo lo que tenía. Tengo un buen recuerdo de él. Fue duro verlo tirado con el disparo en la cabeza, ha sido de los peores momento de mi vida. Ya siete años de que lo asesinaron, pero lo sigo amando. Todos los días lo recuerdo