Frágil en su silla de ruedas, Zhang Zhan respondió con un silencio a sus acusadores, sola, o casi, ante la justicia china. Es su manera de defender su cobertura de la cuarentena de Wuhan, frente a un régimen que impone su propia interpretación de la epidemia.
La «periodista ciudadana» Zhang Zhan se convirtió el lunes en la primera persona condenada por Pekín por haber difundido información de manera independiente sobre la ciudad que fue el epicentro del coronavirus. Fue condenada a cuatro años de prisión.
Sus videos, que difundía en las redes sociales, revelaban el caos en los hospitales de la ciudad de 11 millones de habitantes, aislada del mundo desde el 23 de enero de 2020 y durante 76 días.
Sin tests, sin camas, ciudadanos librados a su propia suerte: sus reportajes están lejos de la propaganda que difunden los medios del régimen, que elogian las medidas radicales adoptadas por el poder.
Actualmente, China ha erradicado prácticamente la epidemia, que se extendió desde su territorio al resto del mundo.
En mayo, la exabogada inscrita en el colegio de abogados de Shanghái fue arrestada y luego procesada por «provocar disturbios», cargo que le valió su condena a prisión.
Esta mujer de 37 años está desde junio en huelga de hambre y es alimentada a la fuerza a través de una sonda nasal, según sus abogados.
Sin temor al coronavirus, estuvo en febrero en la ciudad, aislada del mundo en ese momento.
«Zhan quiso venir a ayudar a los habitantes de Wuhan», cuenta uno de sus abogados, Zhang Keke, a quien las autoridades presionaron para que dejara a su clienta.
«La voluntad de Dios»
«Le dije que no fuera a Wuhan», cuenta un colega abogado, Li Dawei. «Pero es una ferviente cristiana. Me respondió que era la voluntad de Dios que fuera allí para que el mundo entero supiera la verdad», asegura.
Además de Zhang, otros tres periodistas ciudadanos fueron arrestados por sus coberturas sobre los eventos en Wuhan. Dos de ellos, Chen Qiushi y Li Zehua, habrían regresado a casa, pero no hay noticias sobre el cuarto, Fang Bin.
Durante el juicio, Zhang Zhan apenas habló. Un acto de protesta, según sus abogados, contra el procedimiento, percibido como un ataque a la libertad de expresión.
Se negó incluso a responder al juez que le pedía que confirmara su identidad, informó Zhang Keke.
«Cuando le pregunté por qué, respondió: ‘Me acusan de haber difundido mentiras. Si respondo, también será una mentira, ¿no?'», dijo su abogado a la AFP.
¿Hasta el final?
Diplomáticos y periodistas extranjeros no fueron autorizados a asistir al juicio, que se realizó en menos de tres horas en un tribunal de Shanghái. La Unión Europea pidió el martes la liberación «inmediata» de la «periodista ciudadana».
Zhang deberá apelar la sentencia, si esto se le permite.
Su huelga de hambre la debilitó. Tuvo sus manos y pies atados durante mucho tiempo para impedir que se arrancara su sonda nasal, según sus abogados.
«Su silencio y determinación llegarán posiblemente hasta el final», predice Keke.
En Wuhan, sus videos difundidos en Twitter, YouTube y plataformas prohibidas por Pekín, fueron vistos en China solo por algunos miles de personas equipadas con programa VPN, lo cual permite eludir la gran muralla informática.
Su condena, en plenas fiestas de fin de año cuando la atención internacional se reduce, no fue hecha pública por el tribunal y los medios chinos no informaron de ello. La información se dio a conocer en las redes sociales antes de ser censurado.
Aparte de la situación sanitaria, Zhan critica también el carácter autoritario del régimen.
«El principal método de gestión de la ciudad es la amenaza y la intimidación», dijo en un video. «Es la tragedia de China y de Wuhan», añadió.