¿Qué entendemos por plaza fantasma? Es un mecanismo que funcionarios públicos usan para robar al Estado; también es considerada una forma de corrupción.
En la última década, con los avances tecnológicos y con las redes sociales, hemos visto en muchas ocasiones listados de personas señaladas por tener cargos en diferentes instituciones estatales, con sueldos de diferentes cantidades y beneficios sociales, pero lo interesante es que estas personas solo llegan a firmar una vez al mes y no ejercen ninguna función laboral. La naturaleza de estos casos es que muchas veces son familiares y amigos íntimos de funcionarios de alto nivel o pertenecientes a un partido político, convirtiéndose en un parasitismo estatal, que inunda en todas las carteras de Estado, sin ninguna excepción, donde hay cierta complicidad de los representantes de partidos políticos, porque todos se benefician de estas malas prácticas.
La Constitución salvadoreña, en el artículo 37, establece claramente que el trabajo es una función social, goza de la protección del Estado y no se considera artículo de comercio. Si relacionamos el artículo 31 del Código de Trabajo salvadoreño, el cual señala las obligaciones de los trabajadores en el ordinal primero, desempeñar el trabajo convenido, y en el artículo 32 de la misma normativa, que señala las prohibiciones, entre ellas la del ordinal primero, donde el abandonar las labores durante la jornada de trabajo, sin causa justificada, podría ser una causal de despido.
Después de analizadas las bases legales para ejercer el derecho de un empleo y mantenerlo, la ley es tajante, pues el trabajador debe presentarse a ejercer la labor encomendada y cumplir con lo que su jefe le ordene.
En ese orden de ideas, La Biblia, en el libro de Timoteo, capítulo 5, versículo 18, Reina Valera de 1960, nos dice: «Digno es el obrero de su salario». ¿Qué significa todo esto? Que todo aquel que trabaja tiene derecho a recibir un pago por la labor hecha. Entonces, ¿qué tienen de especial estas personas que ostentan plazas fantasmas? La respuesta es «nada», y es injusto que reciban salario sin trabajar, y, por lo tanto, es una forma de robar al pueblo. Y muchas veces con salarios jugosos, arrebatando la oportunidad a ciudadanos honestos y capaces de hacer un buen trabajo.
Reflexionemos con este ejemplo: en una plaza de $2,000 otorgada a un ciudadano que no la trabaja (plaza fantasma) se podría contratar al menos a cinco personas con un sueldo mínimo y sobraría dinero. Resolveríamos la situación económica de las cinco familias que dependen de estas cinco personas, y más cuando el desempleo ha crecido considerablemente y estamos luchado con una pandemia que ha afectado las economías familiares.
Las plazas fantasmas son formas de corrupción que se convierten en grasa del Estado, y los impuestos deben invertirse correctamente por y para beneficio del pueblo. Es de probidad, de ética y de honor de quien administra nuestros recursos, lo haga para beneficio de las grandes mayorías y para el desarrollo del país.
«Las plazas fantasmas son formas de corrupción que se convierten en grasa del Estado, y los impuestos deben invertirse correctamente por y para beneficio del pueblo».