En las primeras décadas de 1800 se da en Europa una época llamada «La primavera de los pueblos». Entusiasmados por la Revolución Francesa, entre otras cosas, el pueblo exige mayores libertades, depone a los monarcas y apoya la creación de los parlamentos. Muchos sueños y esperanzas animan a la población; sin embargo, no es una organización clara en sus propósitos ni organizadamente fuerte. A excepción de uno o dos países de Europa, se logra la consolidación de los cambios y pasan del liberalismo a la democracia. La mayoría de ellos retrocede en los cambios. Si bien la fuerza popular apoya y está presta, es derrotada por la monarquía con la anuencia de la burguesía. El poder económico que había sustentado las revoluciones o la burguesía se echa atrás —como sabemos la burguesía sustenta «revoluciones»—, así que la represión de los reaccionarios contra los revolucionarios es terrible. Sin embargo, aquel sedimento de las libertades ya ha sido apropiado por el pueblo que, con el paso de los años, logra mucho de lo que en esa época no alcanza.
¿Pero para qué este sucinto retazo de historia? Solamente para subrayar que los cambios no se afianzan solamente con el poder social o ciudadano, sino que se requiere del respaldo decidido del poder económico. En aquel caso, la monarquía y los nobles detentaban el poder económico y militar, que en nuestro caso sería la oligarquía y un segmento de la burguesía, entiéndase esta como la formada por empresarios, comerciantes, intelectuales, académicos, etcétera. La clase media acomodada y la clase media alta de la sociedad. Considerada hoy como el soporte del sistema capitalista.
Es innegable el respaldo popular del presidente y su Gobierno, sus logros en el cambio del rol del Estado y la necesidad de que siga impulsando las reformas y profundizándolas en el tiempo. Lo que requerirá de más de un período de Gobierno y el apoyo incondicional del poder social que hasta ahora lo fortalece. Sin embargo, es urgente consolidar el grupo de respaldo económico, del poder económico, ampliar su base y darle estabilidad para contener al grupo oligárquico que promueve a las fuerzas reaccionarias. Esta aprovechará cualquier desliz y el desgaste natural del ejercicio del poder.
Todo un ejército de troles acechan día a día las redes sociales y los nudos de opinión para denigrar o amplificar cualquier pequeño detalle para desprestigiar al Gobierno. Podemos ver que siguen con su estrategia. La oligarquía o grupo de poder en las sombras se recompone después de la sacudida y sale a la palestra con una nueva organización política: Poder Ciudadano. ¿No son ellos los que han detentado, vulnerado y negado por décadas las libertades y los derechos de los ciudadanos? Y eso el pueblo lo sabe. Solamente los ciegos políticos o los interesados y arribistas pueden estar obnubilados.
Como corolario y lección aprendida de la historia, es necesaria la organización y sabia conducción de la fuerza popular y vincular estrechamente el poder económico, ampliarlo y fortalecerlo para que forme parte e impulse el derrotero de un nuevo Estado soberano y pujante, que, a la vez, no admita retroceso.
Así que valga esta pequeña reflexión para animar a los jóvenes de esta generación a tomar conciencia de esta época maravillosa de oportunidades para hacer un nuevo país próspero y vigoroso.