Siempre he sostenido que los medios de comunicación social (MCS) no son malos, lo malo es el uso que, a veces, se hace de estos. De igual manera, que la política no es mala, lo malo es el uso que los falsos políticos hacen de esta.
Si los medios de comunicación social (MCS) del país fueran consecuentes con los principios de veracidad e imparcialidad, además de lograr aceptación también lograrían credibilidad. De igual manera, si los políticos fueran servidores capaces y honestos —tomando en cuenta que la política es servicio— también lograrían aceptación y credibilidad.
Pero la realidad sociopolítica actual del país demuestra que en ambos casos (MCS y políticos) es evidente que no cuentan con la aceptación de la mayoría de la población salvadoreña; los primeros, por sus evidentes sesgos en la información/opinión para favorecer a particulares intereses; y los segundos, por acciones sociopolíticas antipopulares en favor también de grupos de interés político y económico.
Si tanto los MCS como los políticos inciden —significativamente— en la vida nacional, lo ideal hubiera sido un compromiso más coherente y patriótico en su ejercicio. Sobre todo en el caso de los diputados —que se despidieron el 30 de abril, sin pena ni gloria— debieron reconocer que su papel era de mandatarios (el que hace los mandados) y no haberse erigido como mandantes, porque ese mérito le corresponde al soberano pueblo.
En cuanto a los MCS tradicionales (prensa, radio y TV), no es sorpresa que muestren evidentes bajas en los tirajes diarios y en la confianza de los anunciantes/lectores debido al bajo nivel de credibilidad, al dejar al descubierto su clara intención de propiciar el sesgo informativo para favorecer intereses particulares y, lo peor, para confundir o desinformar al lector, oyente o televidente.
El binomio políticos-MCS, ambos desde sus distintas ramas y funciones, en las últimas décadas, y como especiales referentes del país en el proceso del desarrollo sociopolítico, económico y cultural, juntos han intentado confundir a la población y desestabilizar al Estado bajo especiales consignas de los poderes político y económico, olvidándose de que su misión es servir y no servirse de la cosa pública, como sentenció el patriota y poeta cubano José Martí: «A la patria se le sirve y no se le toma para servirse de ella». Pero ellos por ignorancia o malicia —o por ambas— lo desconocieron.
Los tiempos cambian y las ideas también. Los avances técnico-científicos muestran los efectos de los cambios sensibles en los distintos sectores de la humanidad, y uno de estos es las comunicaciones y con especial incidencia en estas el quehacer político. Primero, los medios alternativos; y después, con mayor profusión y rapidez las redes sociales. Su objetividad, prontitud y mayores conocimientos de los usuarios, le han salido al paso a los MCS tradicionales hasta llevarlos a una baja sensible. Igual, a los políticos se les termina aquel hacer y deshacer a su antojo, bajo las sombras.
La realidad actual de los políticos y de los MCS tradicionales, especialmente a partir del 28 de febrero pasado —con el evidente rechazo de la ciudadanía— ha dejado muy claro que no han ejercido bien sus funciones, de ahí la pérdida de la credibilidad y la confianza de la población. El pueblo confía en que —siendo como es tan importante y significativo el papel que deben jugar los diputados (AL) y los MCS— un día, ya cercano, puedan ejercer su verdadero compromiso con coherencia, humana y profesional en beneficio del bien común.