Estas semanas atrás, en las que se ha iniciado el proceso de vacunación para jóvenes y adolescentes, muchos padres también han decidido llevar a sus hijos a la clínica odontológica para hacerles su chequeo anual.
Alejandra es la madre de una bella y extrovertida adolescente, Noelia, de 16 años, y desde hace unas semanas había notado que a su hija le sangran las encías y se queja de dolor al comer cosas heladas.
Al revisar a Noelia vemos una gran cantidad de caries y restos de comida entre los dientes. La adolescente dice que por la noche le da mucho sueño y olvida cepillarse; al mediodía hace una siesta, pero no se lava la boca antes, y por la mañana debe conectarse a la clase desde temprano y muchas veces no alcanza a limpiarse tampoco.
Se sincera y reconoce que no le gusta el enjuague bucal porque le pica, y no usa hilo porque le da pereza. No es la única, varios jóvenes están teniendo el mismo patrón de conducta. Y su mamá me pregunta que por qué a los adolescentes les cuesta tanto lavarse los dientes.
La adolescencia es una etapa clave en la formación de un adulto. Suele constituir un período dificultoso y turbulento, en el que los padres se enfrentan a cierta polaridad en el manejo de las emociones, lo que conduce a la irritabilidad, al entusiasmo intempestivo o a la timidez e inseguridad. Pueden ir de emociones indecisas, que a menudo tienden a la tristeza, al aislamiento, de forma intempestiva.
¿Cómo resulta afectada la boca en esta etapa? El cráneo y la cara crecen de forma acelerada durante este período; las segundas molares, que erupcionan a los 12 años, y las terceras molares, a los 18, marcan el inicio y el final de esta etapa; los rasgos externos, como la forma y la posición de los labios, el mentón y las mejillas, hacen que se sientan bien o no tan satisfechos con los cambios.
Les preocupa cómo luce todo: colmillos montados, dientes traslapados, cambios de color… Y esto se convierte en un problema no solo físico, sino también psicológico. Algunos chicos no se preocupan por lavarse la boca; además, son propensos a cambios en los patrones de sueño, tienen mal humor excesivo, hábitos alimentarios que ocasionan que bajen o suban de peso notablemente, tienen una sensación de inutilidad o exceso de aislamiento.
Todos estos son aspectos que se suman a la falta de interés por limpiarse los dientes, por lo que pierden el deseo y la sensación de tener la boca limpia. Lamentablemente, para Noelia fue muy tarde. Decirles a ella y a su mamá que perdería dos piezas dentarias fue muy duro. El llanto y las lamentaciones no fueron suficientes y terminamos.
Lo que sigue es corregir los hábitos higiénicos y dar mantenimiento adecuado a lo que queda. Mantener el espacio en la boca será ahora el reto para que, cuando sea adulta, se le puedan colocar implantes o una prótesis que sustituya los dientes perdidos.
Ayudemos a nuestros hijos adolescentes que están pasando por una etapa bella y difícil a la vez. Las influencias sociales de hoy son agobiantes y los convierten en personas vulnerables. Tomar una mala decisión en este momento de la vida puede llevarlos a consecuencias graves, tal como hemos visto en Noelia. Lava tu boca junto con tu hijo para que vea que disfrutas del cepillado, explícale las consecuencias de no limpiar estos órganos tan bellos que Dios nos regaló. Recordemos que cada uno cosecha lo que siembra.