PARTE 1
El revuelo mundial sobre la aceptación de bitcóin en El Salvador tiene opiniones encontradas, desde los inversores más arriesgados hasta aquellos con aversión total al riesgo. A día de hoy, ya existe la primera ley oficial en la historia de la humanidad legislada por un parlamento democráticamente constituido en un país latinoamericano.
Las críticas son paradójicas, porque cuando una potencia mundial se arriesga con un nuevo horizonte financiero, todo el mundo aplaude. Por ejemplo, la emisión de 120 millones de euros mediante bonos, ejecutada por la Unión Europea en la red de Ethereum. Se elogió el acierto de elegir el ecosistema «blockchain» que inventó los «smart contracts». Pero curiosamente, ahora que El Salvador (un pequeño país centroamericano) decide legalizar la principal criptomoneda del mundo (ni siquiera hablamos de una «shitcoin») todos quieren dar su opinión y su recomendación sobre lo «peligroso» que resulta innovar, alegando un gran riesgo.
Algo no encaja, ¿verdad?
La Ley bitcóin es el primer acto legislativo de política monetaria salvadoreña en casi dos décadas y constituye un acto patriótico, un acto extremadamente cargado de futuro.
En este sentido, El Salvador crea la Ley Bitcóin y el asidero constitucional es el artículo 2 de la Constitución de la República, el cual manda a proteger y fomentar la iniciativa privada, esto en consonancia con la preocupación de los inversores mundiales, como Ray Dalio, quien a pesar de mostrarse escéptico al inicio ante la posible «ilegalización» del bitcóin, ahora pertenece a la «vox populi» que el inversor posee dicha criptomoneda. Lo anterior surge a raíz de la preocupación por el aumento galopante de la inflación debido a la devaluación del dólar que prácticamente ha dejado de cumplir su labor como valor refugio, véase el par EUR/USD en Forex. También se ha quebrado el mito de que el oro es un «anticaídas», ya que en la mayoría de las crisis el oro ha sufrido al igual que lo hacen el resto de bolsas del mundo. La diferencia entre el oro y el bitcóin es que esta criptomoneda no genera gastos de almacenamiento, y eso la vuelve altamente atractiva. Por eso el Gobierno de El Salvador ya planea montar una granja minera aprovechándose de la cadena de volcanes activos del país para aminorar el gasto energético.
Es necesario aclarar que bitcóin es un activo valioso por su escasez, solo existirán 21 millones de unidades que se terminarán de minar en el año 2140, mientras que las monedas «fiat» son infinitas, porque se pueden imprimir un número ilimitado erosionando así el tipo de cambio y el bolsillo de la gente. Además, la volatilidad del bitcóin está bajando, aunque casi nadie lo note y continuará descendiendo conforme pase el tiempo y se prosiga con la adopción. Recordemos que hace un año un bitcóin apenas valía poco más de $3,000.00.
Téngase en cuenta que en épocas de elevada inflación tener bonos resulta ilógico, un claro ejemplo es la rentabilidad del bono americano a 10 años que sigue castigando el bolsillo de aquellos inversores que compraron dichos bonos desde los últimos tres años hasta la fecha, y que solo han visto cómo su dinero se esfuma. Partiendo de ese escenario, la inflación termina siendo un impuesto para el ahorrante y una subvención para el endeudado y, por ende, se volvió imperativo admitir una moneda que a largo plazo no ha hecho más que valorizarse frente el dólar. La masa monetaria que creó la Fed ya se absorbió por la economía, y el precio de las materias primas está por los cielos (inflación de costes), generando escasez y eventualmente subida de precios (inflación de precios). El ajuste hedónico de la década de los noventa solamente cambió el modo de calcular la inflación, pero no los efectos reales en la economía.