Los fenómenos climáticos extremos son cada vez más comunes, producto del calentamiento global, que provoca grandes sequías en algunas partes del planeta, en tanto que en el otro lado hay verdaderos diluvios. En El Salvador sufrimos de ambos extremos, al ser parte del corredor seco de Centroamérica.
Desde 1969 hasta 2020, según datos registrados por las autoridades, el país ha sido impactado por 31 eventos meteorológicos extremos, de los cuales 18 sucedieron en los últimos 10 años. El ministro de Medio Ambiente, Fernando López, puso como ejemplo la depresión tropical 12E, que en 2011 descargó 1,400 mililitros de agua en el país, cuando el promedio anual de lluvia en El Salvador es de 2,000 mililitros. Este año, con la tormenta Bonnie (reclasificada en huracán cuando aún afectaba al país), en San Salvador cayeron 100 mililitros de agua en la tarde del pasado sábado, es decir, el 5 % del promedio anual en muy poco tiempo.
Con esa cantidad de agua, los drenajes de San Salvador y municipios aledaños no tuvieron la capacidad de desalojar apropiadamente, y por eso vimos inundaciones y otras afectaciones en infraestructura residencial y vial. Para prevenir cualquier emergencia y evitar exponer a niños y jóvenes a peligros innecesarios, el presidente Nayib Bukele anunció la suspensión de las clases presenciales en todos los niveles.
Las lluvias del fin de semana dejaron sumamente saturados de agua los suelos, además de ríos crecidos y carreteras dañadas.
Los daños causados por este fenómeno se hicieron sentir también en los países vecinos, que sufrieron incluso impactos más severos, como los 3,000 evacuados en Costa Rica por 26 inundaciones y 13 deslizamientos masivos de tierra o los cuatro fallecidos en Nicaragua y las 440 escuelas afectadas, además de poblaciones sin electricidad y sin el suministro de agua potable. En México también hubo inundaciones en varios estados y otras emergencias, en tanto que se preparan para la llegada de ráfagas de viento de hasta 90 kilómetros por hora.
Por ello, estamos ante una tormenta que devino en huracán y que golpeó a varios países. Bonnie empezó en el Atlántico, atravesó Centroamérica a través de Nicaragua y continúa su marcha de destrucción hacia México, ya en aguas del océano Pacífico. Por tanto, solo muestra la mezquindad de aquellos que achacan solo a El Salvador los daños, tratando de invisibilizar un efecto regional.
Como nación debemos prepararnos para resistir a futuros fenómenos extremos, porque es un hecho que continuarán. Ya el Gobierno ha hecho su parte al activar una amplia red de albergues y poniendo en alerta a instituciones que conforman el Consejo Nacional de Protección Civil. Como ciudadanos debemos poner nuestra parte, acatar las disposiciones de las autoridades y no exponernos innecesariamente al peligro.