En días recientes, específicamente el 15 de junio, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) conmemoró el Día Mundial de Toma de Conciencia del Abuso y Maltrato en la Vejez para visibilizar la importancia de que las personas adultas mayores participen activamente en la sociedad y que puedan vivir libres de toda forma de discriminación, abuso, violencia o maltrato.
Muchas veces de manera consciente o inconsciente practicamos acciones, gestos o decimos frases discriminatorias en contra de las personas de edad avanzada; asociamos la etapa de la vejez con estados de enfermedad, incapacidad, dependencia, aislamiento o demencia, y es acá donde naturalizamos los malos tratos y la marginación hacia los adultos mayores.
En la calle, en el transporte público, en los hospitales, en las instituciones de servicio, en los lugares de recreación y en los comercios deben habilitarse espacios accesibles para recibir y atender a las personas mayores, sobre todo en esta época de pandemia por la COVID-19, que deben guardarse medidas de bioseguridad, usar mascarilla y mantener la distancia física, de al menos 1.5 metros, en los lugares concurridos.
Escuchamos en muchas oportunidades que las personas mayores sufren graves caídas cuando hacen uso de los autobuses del transporte público o cuando se desplazan a determinados sitios para hacer sus pagos, compras, sus actividades físicas y de recreación o para recibir servicios de salud. Las consecuencias de una caída en personas mayores producen fracturas de cadera, fémur o de algún otro hueso, desencadenando a corto o mediano plazo el padecimiento de otras enfermedades, provocando incluso hasta la pérdida de la vida.
Las caídas provocan que las personas queden inmovilizadas, postradas en una cama, y pierdan con ello sus capacidades para desarrollar las actividades de la vida diaria, como bañarse, vestirse, comer ir al baño solas o caminar, ya no se diga que las imposibilita para realizar las actividades instrumentales que son más complejas, como prepararse sus alimentos, limpiar la casa, hacer uso de la tecnología, manejar sus finanzas, cuidar de su salud física y mental, entre otras.
Los lugares que más visitan las personas mayores son los centros de salud, hospitales, las instancias bancarias, supermercados, centros comerciales, mercados, iglesias y los parques. Si queremos que en esos sitios se practique el buen trato hacia los adultos mayores, en primer lugar, las empresas y el servicio público deben llevar a cabo, con todo su personal, un proceso de inducción, sensibilización y concienciación sobre la valoración, el respeto y el trato digno que deben recibir las personas mayores de 60 años.
En segundo lugar, deben facilitar que las personas de edad tengan acceso a una infraestructura accesible, eliminando todo tipo de barreras que provocan los accidentes. La adecuación de estos espacios debe incluir la colocación de pasamanos en las escaleras; la disponibilidad de sillas de ruedas; barras auxiliares en pasillos, baños y duchas; pisos antideslizantes; áreas iluminadas para descanso; rótulos y afiches con letra grande; inodoros y lavamanos a una altura determinada; sillas con apoyo para brazos y camas con barandas. En Casa San Miguel, todos nuestros espacios están diseñados con estas medidas y contamos con el equipo necesario para prevenir las caídas y los accidentes de nuestros usuarios.
Finalmente, y esto aplica más en el seno familiar, debemos respetar las opiniones y decisiones que tomen las personas mayores sobre cómo quieren vivir su vida. Aceptar estas disposiciones personales sobre sus propias vidas es un ejemplo claro del buen trato hacia ellos.
La etapa de la vejez no debe anular de ninguna manera la autonomía personal de nadie, más aún cuando la persona mayor conserva en perfecto estado su capacidad física y mental. ¡Convirtámonos en un ejemplo de la práctica del buen trato hacia los adultos mayores!