«Se deben brindar canales seguros de comunicación para reducir la soledad y el aislamiento psicológico. Estos podrían ser las redes sociales y líneas telefónicas directas de atención y acompañamiento emocional».
Nos resulta interesante comentar el fenómeno de la salud mental en la familia, el trabajo y los amigos en tiempos de la COVID-19. Hemos observado que el coronavirus ha generado miedo, preocupación y estrés como respuestas normales en momentos en los que nos enfrentamos a la incertidumbre, o a situaciones de cambios o crisis. Así que es normal y comprensible que la población experimente, en los centros de trabajo, instituciones educativas y en el hogar, sentimientos desfavorables en el contexto de la pandemia de COVID-19.
Es así como como el Minsal, OPS/OMS, instituciones privadas y gubernamentales, y los académicos de las instituciones de educación superior están publicando documentos y brindando asistencia psicológica en sus clínicas de psicología, para apoyar al bienestar emocional de niños, adultos mayores y todas aquellas personas que podrían necesitar apoyo adicional. Por ejemplo, el personal de primera línea que se enfrenta a la pandemia en las áreas de salud.
Sabemos que la COVID-19 ha cambiado la vida de millones de personas, como resultado de los períodos de restricción en la movilidad, la permanencia en casa, el cierre de empresas, escuelas y universidades, entre otros.
Hemos podido evidenciar por medio de investigaciones recientes que la incapacidad y el obstáculo de las personas para hacer sus actividades diarias tiene un impacto directo en su estilo de vida y podría conducir a resultados de salud negativos en el futuro. Por ejemplo, la actividad física se ha reducido, y se han observado tasas crecientes de estilos de vida sedentarios, debido a las restricciones impuestas en muchos países.
En el caso de los estudiantes universitarios, el aislamiento social podría afectar su salud mental (Khan et al., 2020; Singh et al., 2020) y, por lo tanto, el rendimiento académico (Tus, 2021). Como evidencia de lo antes mencionado, encontramos una investigación hecha en El Salvador en diciembre de 2020, con una muestra de 1,440 estudiantes universitarios, cuyo tema fue la «Prevalencia de ansiedad, depresión y miedo a la COVID-19». Como evidencia de la afectación en la salud mental, se demostró que 1,288 estudiantes (89.4 %) presentaban temor a contagiarse.
A nivel psicológico, consideramos que durante la cuarentena se deben brindar canales seguros de comunicación, para reducir la soledad y el aislamiento psicológico. Estos podrían ser las redes sociales y líneas telefónicas directas de atención y acompañamiento emocional.
Mencionamos a continuación algunas sugerencias para promover el bienestar de los adultos durante el aislamiento: Ejercicio físico (yoga, tai-chi, estiramiento), ejercicios cognitivos, ejercicios de relajación (respiración y meditación), leer libros y revistas, reducir el tiempo ocupado en ver imágenes negativas en la TV, información de fuentes y medios confiables, reducir el tiempo utilizado en buscar información, evitar escuchar rumores o informaciones falsas, entre otros.
En resumen, podemos afirmar que, a medida que el coronavirus evoluciona rápidamente y se identifican nuevas variantes del SARS-CoV-2, y en algunos casos la cantidad de hospitalizaciones y fallecimientos aumenta, las personas pueden experimentar respuestas emocionales, como miedo e incertidumbre, en forma extrema, incluso aquellas personas no expuestas. Además de comportamientos sociales negativos causados por el miedo y percepciones distorsionadas del riesgo.
Estas experiencias pueden evolucionar y desencadenar trastornos de ansiedad y depresión. Asimismo, agudizar las condiciones mentales/físicas preexistentes (Shigemura et al., 2020). Continuaremos brindando orientaciones para enfrentar el impacto de la COVID-19 a otros sectores vulnerables e importantes de la sociedad: niños, adultos mayores, empleados y personas con capacidades especiales.