Hay periódicos que para mantener o mejorar su nivel de ventas recurren a la publicación de imágenes violentas, exponiéndolas en sus portadas o en su interior sin ningún pudor y con lujo de detalles. Estos han llegado al grado incluso de imprimir en sus páginas imágenes de cuerpos desmembrados junto a la abundante sangre que cubre la escena.
Acuden, para lograr su finalidad mercantilista, a la llamada violencia gráfica, la cual, practicada de esa forma y con esos fines, no es otra cosa más que hacer marketing con la muerte.
Me pregunto si las directrices de esos periódicos no se dan cuenta del daño que le hacen a la sociedad con ese tipo de prácticas. Tomar una foto a la víctima de un sangriento crimen para luego publicarla en la portada de un periódico equivale a multiplicar el dolor de su familia tantas veces como el número de ejemplares que saldrán en ese tiraje. Equivale también a que miles de salvadoreños comiencen su mañana viendo una horrenda imagen que podría perturbarles el resto del día.
Esas formas poco éticas de periodismo podrían también abonar a más criminalidad. La exposición permanente a ese tipo de escenarios violentos, aunque sea de forma gráfica, provoca en la gente actitudes de insensibilidad e intolerancia que muchas veces escalan hasta la agresión o la comisión de un delito. Tampoco hay que olvidar que existen personas con cierta predisposición a la violencia, la cual se desencadena con mayor facilidad si se exponen de forma constante a esa clase de imágenes.
Pero el efecto, quizá aún peor, es el que esto podría causar en los mismos criminales, quienes podrían sentir un morboso placer al ver las imágenes de sus actos publicadas en un periódico y motivarlos a querer repetirlas una y otra vez. Usar esas imágenes violentas con un mezquino interés económico es caer en un error parecido al de otros países que utilizan los abominables crímenes del narcotráfico como guiones para sus controvertidas industrias cinematográficas.
Los periódicos a los que estoy haciendo referencia provienen, además, de las mismas imprentas donde se originan otros que se presentan ante la sociedad como éticos y pulcros, pero cuyas ventas han caído por su clarísima vinculación con partidos políticos corruptos y grupos de poder. Son los que utilizan a estos medios menores para publicar esas imágenes faltas de ética, para descargar allí su naturaleza amarillista y para que hagan un trabajo que, aunque sucio, les genera ingresos y los salva de caer en quiebra.
Cuando estos medios denuncian alzas en los homicidios y aparentan consternarse por ello, lo hacen de forma hipócrita, pues saben perfectamente que la violencia es algo que beneficia sus intereses. Cada vez que hay un día sin asesinatos u otro tipo de muerte violenta, ellos no tienen nada sangriento que poner en portada; por lo tanto, las ventas no están garantizadas.
En el país existen leyes que regulan este tipo de publicaciones, pero son como muchas otras: cuando se aprueban, se anuncian con bombo y platillo, luego se aplican por un tiempo para después quedar en el olvido.
Pienso que debería de retomarse ese tipo de prohibiciones y aplicarse de manera rigurosa por el bien de nuestra sociedad. Obtener beneficios de esa forma es incorrecto.