Algunos sobrevivientes del terremoto que se encontraban en el municipio de Comasagua compartieron sus relatos de cómo vivieron la catástrofe con sus familiares y con sus comunidades.
Vanessa Rivera Hernández, de 48 años, que se encontraba en el municipio de Comasagua el día del terremoto, estaba fuera de su casa cuando el movimiento empezó a intensificarse. «Estaba en uno de los caminos de un cantón cerca del pueblo. Cuando los movimientos comenzaron, recuerdo que me caí hacia una ladera que se encontraba camino abajo, al pararme decidí regresar al pueblo. Para entonces no me había dado cuenta de la magnitud de lo que había pasado hasta que llegué y escuché a la gente gritando, preguntando por sus familiares», contó Vanessa Rivera.
«Cuando vi lo que estaba pasando, me preocupé por mi hijo que en ese entonces tenía cinco años. Al llegar a la casa me di cuenta de que se había caído, gracias a Dios, mi mamá había logrado salir con mi hijo y con sus amigos que llegaron a jugar con él ese día. La persona que nos ayudaba con las cosas de la casa si se lesionó porque le cayó un pedazo de estructura en la cabeza», amplió Vanessa Rivera.
«Hubo algunos muertos (en el pueblo) y nosotros perdimos todo porque la casa estaba hecha de adobe. Las casas de los vecinos también se habían caído y trataban de recuperar sus cosas, por suerte pudimos sacar nuestras camas a la calle donde dormimos las noches siguientes, mi papá durmió en la camioneta que teníamos por miedo a que se cayeran los postes. Teníamos miedo de las réplicas», concluyó sobre su experiencia en el terremoto.
Juana Valencia, de 58 años, quien entonces tenía 36, también sobrevivió al terremoto cuando se encontraba en el municipio de Comasagua. «Perdí a mi madre (Victoria Valencia) en el terremoto. Ella salió a comprar tortillas para darle de comer a mi hija y a mis sobrinos, quienes cuidábamos luego de la muerte de mi hermana debido al cáncer… A mi mamá la velamos el día siguiente en el centro del parque del pueblo porque no había donde más. La habían encontrado soterrada y encontraron las tortillas que llevaba para los niños… Yo no paraba de llorar», expresó Juana Valencia.
Ariel Rodezno, de 27 años, nos cuenta cómo vivió el hecho esa mañana del 13 de enero de 2001, quien vivía en zonas aledañas a uno de los lugares más afectadas por el terremoto, la colonia Las Colinas, en Santa Tecla, La Libertad. «Tenía 6 años, pero lo recuerdo como si hubiera sido ayer. Yo estaba jugando con mi hermano mayor afuera de la casa y de repente mi hermano salió corriendo hacia la casa porque mi bisabuela nos estaba llamando.
Encontramos a mi mamá rezando en el patio donde nos mantuvimos mientras pasaba el movimiento. Cuando terminó nos dimos cuenta de que la casa se había partido por la mitad. Unos momentos después llegó mi papá muy sucio, sin zapatos, sin billetera y lleno de lodo», contó Ariel Rodezno.
«Mi papá nos dijo que había pasado una catástrofe, pero que teníamos que irnos hacia el taller donde trabajaba, allí no era seguro, yo no entendía lo que estaba pasando. Cuando pasamos por Las Colinas, mi papá nos ordenó que debíamos caminar con la cabeza hacia abajo y que por ningún motivo teníamos que levantarla. Con la curiosidad de un niño no hice caso y pude ver a cientos de personas tratando de sacar a sus familiares debajo de los escombros, recuerdo haber visto a una familia que llevaba a un muerto entre sábanas, tenía toda la cara llena de tierra», continuó diciendo.
«Los días siguientes nos quedamos a dormir en el taller donde trabajaba mi papá, allí nos habían construido una galera improvisada. Ver eso (los muertos) para un niño es algo traumático», finalizó diciendo Ariel Rodezno.