En vano sería que un pueblo quisiera ir tras su libertad y su desarrollo si no tuviera un líder confiable para que lo guíe. De igual manera, de nada le serviría al líder querer guiar a su pueblo si la gente de ese pueblo no creyera en sus intenciones.
Para titular este artículo tomé prestado un estribillo de la canción del cantautor cubano Silvio Rodríguez «La maza», el cual deja entrever que es necesario que existan ciertas coincidencias o condiciones para que de ahí se desencadenen importantes acontecimientos capaces, incluso, de cambiar el rumbo de una sociedad. Una especie de conjunción de sueños e ideales que, sumados a la fe y a la esperanza de que se pueden realizar, forman parte de un todo.
También se refiere, como dice la introducción, a la forma de como un líder se entiende y se conjunta con su pueblo para ir tras un mismo ideal.
La maza y la cantera que nos han servido aquí como una analogía disponen también de su explicación literal que, sin querer, termina otra vez empujándonos a la relación que debe existir entre un líder y su pueblo en la innata necesidad de cambiar una realidad por medio de la creación y la transformación. Se refiere a que una cantera sin un escultor con su cincel y su martillo no es más que un montón de piedras apiladas sin la posibilidad de que algo hermoso salga de ellas. De igual manera, no será nada un escultor sin una cantera. Será simplemente un montón de ideas apiladas en su cabeza que no hallan la forma de salir.
El liderazgo actual en el país (Gobierno y diputados afines) ha conseguido establecer una cohesión casi simbiótica con el pueblo, hablando el mismo lenguaje y de una forma fluida, compartiendo los mismos intereses y buscando los mismos objetivos; algo que, sin duda alguna, contribuye a que los fines por los que se trabaja se consigan de una forma rápida y eficiente. Es, además, motivador ver que han decidido caminar juntos en una positiva relación que está gestando magníficas transformaciones. Atrás quedó aquel liderazgo divorciado, indiferente a las necesidades, convertido en prueba real de que los líderes y su pueblo se necesitan y se complementan mutuamente para poder, como maza y cantera, producir grandes y hermosas obras.
Los últimos acontecimientos demuestran que dejar al país en abandono fue nefasto, pues ha sido lento y difícil recuperarse de las consecuencias. Eso es algo que quienes están hoy al frente de la nación deben tener muy claro y evitar, en la medida de lo posible, que se repita ese capítulo tan oscuro y extremadamente perjudicial de nuestra historia.
Es de recalcar también que la fe y la esperanza, así como el hecho vital e indispensable de creer en uno mismo, tienen suma importancia en la lucha que un líder encara al lado del pueblo para conquistar sus ideales. Tanto es así que en la canción que menciono al inicio se suele repetir de manera persistente la frase: «Si no creyera».
Invito a los lectores a escuchar ese bonito tema para que descubran hasta dónde acierto o me equivoco en mis apreciaciones y puedan, a la vez, disfrutar de una letra que obliga a pensar.