Según algunos diccionarios, pétreo es que es de piedra o que tiene la dureza, textura u otra característica propia de la piedra.
Para poder encontrar el origen del término «pétreo» hay que ir hasta el latín. En concreto, hay que exponer que deriva de la palabra «petreus», que, a su vez, emana del griego «pétreos», que puede traducirse como «roca».
En la geología, las piedras más duras y de gran cohesión reciben el nombre de roca. A los materiales que proceden de las rocas se les llama «materiales pétreos».
En sentido figurado se usa para calificar a la persona que tiene escasa gestualidad o que no se conmueven por nada, de la misma forma se usa para referirse a los artículos de la Constitución que no se pueden cambiar.
El concepto «pétreo» es fácil de entender; sin embargo, en realidad, según la revelación bíblica y el sentido común, nada ni nadie tiene un carácter pétreo o incambiable a no ser el carácter de Dios y la palabra que emana de Él.
Por eso dice la escritura: «Porque el nombre de Jehová proclamaré. Engrandeced a nuestro Dios. Él es la roca, cuya obra es perfecta, porque todos sus caminos son rectitud; Dios de verdad, y sin ninguna iniquidad en él; es justo y recto.
La corrupción no es suya; de sus hijos es la mancha, generación torcida y perversa» (Deuteronomio 32:3-5). Dios es justo y recto.
Dios posee un carácter incorruptible, perfecto e inmutable, por lo que todos sus caminos o todo lo que emana de Él es rectitud y verdad, sin ninguna iniquidad.
De Él procede lo único que poseemos que es verdaderamente pétreo y que deberíamos tener temor de tocar o pretender cambiar.
Lo que Dios nos ha dado como pétreo es su palabra revelada, la cual podemos sintetizar en los 10 mandamientos, la ley de Dios, los cuales el Señor nuestro Dios escribió con su propio dedo en piedra para que, como niños, nos fuera fácil entender que son verdaderamente pétreos.
Jesús sintetizó estos 10 mandamientos en dos: Amar a Dios con todo el corazón y al prójimo como a sí mismo, y el amor no hace mal al prójimo.
De aquí que podemos clasificar estos mandamientos en dos grupos. Del 1 al 4 los que tienen que ver con amar a Dios y del 5 al 10 los que tienen que ver con amar al prójimo.
Estos mandamientos nos ofrecen la base pétrea para cualquier Constitución, ley o articulado para normar la vida de los hombres, por lo que deberíamos considerarlos y analizarlos con mucho cuidado para que le vaya bien a la nación salvadoreña.
El desprecio de la ley pétrea que Dios nos ha dado solo trae sufrimiento, calamidad y desgracia a los pueblos que lo hacen.
Es interesante que el sexto mandamiento, «no matarás», que es el segundo relacionado con el amor al prójimo, es el fundamento para el derecho a la vida, que debe ser pétreo y universal, por lo que ni el aborto ni la eutanasia son aceptables, porque violan este derecho fundamental del ser humano en los primeros días de su existencia o en sus días finales. ¿Quién es el hombre para decidir quitarle la vida a otro ser humano? No hay razón válida que justifique tal acción, sino la insensatez y la rebelión al mandamiento pétreo que Dios nos ha dado.
En la medida que la ley de Dios sea respetada y tomada en cuenta para las leyes de una nación esta será próspera y vivirá quieta y reposadamente. Cuando nos oponemos a ella pasa lo opuesto.