Nunca estuve de acuerdo con que el torneo Apertura 2020 de primera división se jugara con aficionados en los estadios. Es que conozco a mi pueblo, sabemos del peligro y cuando nos dicen que nos apartemos de los problemas —en este caso, de un posible contagio de la enfermedad que ya cobró muchas vidas en todo el mundo— hacemos todo lo contrario. Nos dijeron que cumpliéramos con el distanciamiento social en los graderíos, como mínimo, y no entendimos.
El miércoles pasado, cuando fui a ver la semifinal de ida entre Alianza y FAS, en el estadio Cuscatlán, por los parlantes se hizo el llamado, en reiteradas ocasiones, para que se tomaran las medidas correspondientes de distancia física y uso de la mascarilla, y así evitar contagios de la COVID-19. Pero el salvadoreño es así y no faltó quienes le silbaran «la vieja» al encargado del sonido. Claro ejemplo de rebeldía y de que todo lo hacemos changoneta.
Vuelvo a mis primeras palabras: no se debió haber jugado este torneo con hinchas en los estadios. Sé de lo pobre que es nuestro fútbol, que se vio amenazado con no jugarse este torneo que terminará el próximo domingo, que le redujeron un 20 % a los salarios de los jugadores —porque, precisamente, se jugaría sin público—, que muchos de los equipos sobreviven, de alguna manera, de lo que recogen en taquillas en cada fecha que les toca jugar de locales, que abrir las puertas de los escenarios también le permite a muchas familias generar ingresos con lo que venden en los partidos, y, quizás, uno de los puntos que pongo como principal, es que el fútbol es una de las mejores vías de escape para olvidarnos de todos los problemas. Es que es cierto: en el estadio te desestresas. Empero, nuestras costumbres no son las idóneas para asistir en estos tiempos.
No soy pesimista, sí realista, y lo más probable es que el domingo por la noche estemos hablando de que otra vez nos valieron las medidas de bioseguridad que debemos cumplir en el estadio y en todas partes adonde vamos y se dan aglomeraciones. Es que ya lo vimos, y solo entendemos con el garrote, como dice un folclórico diputado de la Asamblea.
Encima de que la emoción nos gana al ver «in situ» un partido del calibre de Alianza contra Águila en una final, y en el medio de la pandemia, la Fesfut y la primera división acordaron vender más boletos de los que corresponde (30 % del aforo total). Por mucho, al Cuscatlán, ese porcentaje anda por las 10,000 personas. Una cantidad cercana a esa reportó la directiva de Alianza hace más de una semana, y vimos las camisas blancas apiñadas.
El miércoles por la noche, la Federación Salvadoreña de Fútbol anunció que tras escuchar las recomendaciones del Indes, por medio de su presidente, Yamil Bukele, y de Francisco Alabí, titular del Ministerio de Salud, ordenan una reducción de más de 1,000 boletos. En principio aprobaron 14,620, pero ahora serán 13,450. Vamos a ver el domingo.
El llamado es para los aficionados que van a ir a ver ese partido. El cuido para evitar la COVID-19, en el caso del día del juego, sí les corresponde a los equipos, pero sobre todo es personal. Nadie va a cuidar de nuestra salud. Les pido, por favor, que sea una fiesta de fútbol responsable, que se cumplan todos los protocolos establecidos. Tampoco le rechiflen al del sonido.