El Gobierno de Bashar Al Asad cayó ayer en la madrugada tras una repentina ofensiva insurgente que se extendió por el territorio occidental de Siria y tomó la capital en 10 días.
Esta conquista se produjo después de que el ejército sirio se retiró de gran parte del sur del país, lo que les permitió a las facciones insurgentes avanzar hacia Damasco desde varios frentes.
El derrocamiento se produjo después de 13 años de una guerra que causó miles de muertos, desplazados y refugiados. Las fuerzas rebeldes —entre las que hay facciones fundamentalistas—, entraron ayer a Damasco y declararon la ciudad libre, lo que puso fin a 53 años de Gobierno de la familia Asad, calificado por Occidente de un régimen que aterrorizó a su población durante décadas.
Mientras, los sirios celebran e intentan regresar al país, el presidente Al Asad viajó a Moscú, Rusia, junto con su familia, para huir de la crisis política, aseguraron diversos medios internacionales. En redes sociales se difundieron imágenes del saqueo de la residencia de Al Asad y del Palacio Nacional.
Ante la noticia del derrocamiento, Brasil y Argentina fueron de los primeros en reaccionar.
También se pronunciaron los ministerios de Relaciones Exteriores de los países europeos de Francia, Alemania, el Reino Unido, Italia, entre otros, que coincidieron en un mensaje solidario que es un acontecimiento que pone fin al sufrimiento del pueblo sirio y en el que desearon que vuelvan a poner orden y a establecer una política que les garantice estabilidad en la región.
El primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, viajó al Monte Hermón, en el lado sirio de los Altos del Golán y opinó: «Este es un día histórico para Oriente Medio. El colapso del régimen de Asad, la tiranía en Damasco, ofrece una gran oportunidad, pero también está plagado de peligros significativos». Tropas israelíes tomaron los cuarteles sirios una vez que quedaron en abandono.