Así ha sucedido en campañas anteriores, en las que una aparente polarización entre ARENA y el FMLN funcionaba como motor del sistema político. En la medida en que un partido trabajaba en poner al adversario como su némesis, entusiasmaba a sus bases y las alimentaba para enfrentar con buenos ánimos la contienda. Al mismo tiempo, motivaba a que los ciudadanos tomaran bando y, de ese modo, servía de aliciente para que acudieran a las urnas.
Con el tiempo, el mecanismo mostró desgaste. El exceso de exacerbación impulsó a amplios grupos en los partidos tradicionales a manifestar su militancia con actos violentos, que empezaron con insultos a los contrincantes y pasaron a ataques a las sedes contrarias e incluso llegaron a la muerte de activistas del otro partido. Todo eso terminó desencantando al ciudadano honrado, que terminó viendo la política como un «juego sucio».
Ahora vemos a ARENA y al FMLN actuando al unísono, respaldándose mutuamente y haciendo frente común contra Nuevas Ideas, el partido que los desplazará de su posición actual de poder. Por eso no es de extrañar que las tácticas violentas de los mismos de siempre se apliquen nuevamente.
El más alto nivel de violencia, hasta el momento, sucedió el martes por la tarde, cuando, desde una camioneta, abrieron fuego contra militantes de Nuevas Ideas que se encontraban afuera de la sede en el municipio de San Matías, en el departamento de La Libertad. La pronta reacción policial de la subdelegación de Quezaltepeque logró la captura de dos de los atacantes, uno de ellos perfilado como pandillero de la Mara Salvatrucha.
No sería la primera vez que ARENA y el FMLN se vuelven aliados de las pandillas. Así se demostró en la tregua durante el gobierno de Mauricio Funes y en el de Salvador Sánchez Cerén, así como en las negociaciones que llevaron a cabo Ernesto Muyshondt y Norman Quijano cuando este último fue candidato presidencial tricolor. En todo caso, las investigaciones que ahora desarrolla la PNC determinarán la vinculación de los actuales atacantes con partidos políticos.
Una cosa es que haya presión social, protesta y manifestaciones para demandar el cumplimiento de la ley y el respeto a la inscripción de los candidatos. Pero otra, muy diferente, es atentar con armas de fuego contra los adversarios políticos. Hay un mundo de distancia entre una y otra.
Esperemos que los políticos no caigan en la tentación de imponerse a base de trampas y violencia. Que sean los ciudadanos, con el voto libre y directo, quienes elijan a las personas que dirigirán sus municipios e integrarán la Asamblea Legislativa.