El reciclaje, el emprendimiento y el trabajo en casa se unen en esta historia de supervivencia. Don Julio César Blanco, propietario de la recicladora TW, situada en la 1.ª calle oriente, entre la 8.ª y la 10.ª avenidas norte, en San Salvador, explica que, con la pandemia y la cuarentena, el trabajo del reciclaje se estancó, pero salieron adelante gracias al reciclaje de sillas de oficina que comenzaron a comprar por lotes a empresas que las desechan o cierran sus operaciones.
Todas las sillas son examinadas y reparadas para que queden como nuevas, y se venden a precios económicos.
Se pueden encontrar sillas con precios desde $10 hasta $35, y con garantía tanto de repuestos como de mano de obra. Óscar Armando Ávalos y su ayudante, David Gómez, de 23 años, son los encargados de la reparación. Explican que, inicialmente, desarman la silla y verifican el estado de las piezas; si están dañadas, hacen las sustituciones necesarias.
Luego pintan con anticorrosivo y hacen los ajustes necesarios para que funcionen los sistemas mecánicos e hidráulicos. Lo último es el tapizado y la pintura para que la silla quede como nueva. El coronavirus y la cuarentena propiciaron el trabajo desde casa y el estudio a distancia, por lo que muchas personas necesitaban una silla cómoda.
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La recicladora TW ofreció entonces sillas a precios bajos que «no pueden ofrecer las tiendas que se especializan en la venta de muebles de oficina», dice Julio César Blanco.
Al taller llegan los interesados a probar las sillas, se acomodan en ellas y prueban los mecanismos. La idea es que no regateen los precios. Según expertos, el coronavirus se quedará largo tiempo en el país y cada día más personas trabajarán y estudiarán desde casa, y para hacerlo de una forma cómoda y relajada bien merece la pena comprar una silla reciclada.
Todas las sillas son examinadas y reparadas para que queden como nuevas, y se venden a precios económicos.
Se pueden encontrar sillas con precios desde $10 hasta $35, y con garantía tanto de repuestos como de mano de obra. Óscar Armando Ávalos y su ayudante, David Gómez, de 23 años, son los encargados de la reparación. Explican que, inicialmente, desarman la silla y verifican el estado de las piezas; si están dañadas, hacen las sustituciones necesarias.
Luego pintan con anticorrosivo y hacen los ajustes necesarios para que funcionen los sistemas mecánicos e hidráulicos. Lo último es el tapizado y la pintura para que la silla quede como nueva. El coronavirus y la cuarentena propiciaron el trabajo desde casa y el estudio a distancia, por lo que muchas personas necesitaban una silla cómoda.
La recicladora TW ofreció entonces sillas a precios bajos que «no pueden ofrecer las tiendas que se especializan en la venta de muebles de oficina», dice Julio César Blanco.
Al taller llegan los interesados a probar las sillas, se acomodan en ellas y prueban los mecanismos. La idea es que no regateen los precios. Según expertos, el coronavirus se quedará largo tiempo en el país y cada día más personas trabajarán y estudiarán desde casa, y para hacerlo de una forma cómoda y relajada bien merece la pena comprar una silla reciclada.