El paso del huracán Julia, luego transformado en tormenta tropical, en el territorio centroamericano provocó incontables daños a la infraestructura de El Salvador, Guatemala, Honduras y Nicaragua y su efecto también se sintió en el Caribe, Venezuela, Panamá y Colombia. Además, se cobró una treintena de vidas, un tercio de las que provocó en Estados Unidos el huracán Ian, el anterior huracán de la actual temporada.
Los destrozos causados por los fenómenos climáticos no son fáciles de reparar. Se trata de carreteras, viviendas y edificios destruidos o que quedaron severamente dañados, además de cultivos anegados o fuertes impactos en la ganadería. En Florida, por ejemplo, a dos semanas de la devastación del huracán Ian, todavía hay zonas donde no se ha restablecido la energía por la profunda destrucción de la red eléctrica.
El Gobierno del presidente Nayib Bukele tomó las medidas preventivas necesarias, desplegó personal y coordinó evacuaciones en zonas de mayor peligro. En contraste, voceros de la oposición no solo no apoyaron la declaratoria de emergencia nacional, sino que también se la pasaron criticando las medidas previas tomadas por el Ejecutivo, calificándolo de alarmista y de hacer movimientos innecesarios, pero al conocer de pérdidas humanas no dudaron en rasgarse las vestiduras y reclamar que no se hizo lo suficiente para impedirlas.
También hemos visto a estos representantes de la oposición burlándose de funcionarios que se han dedicado a asistir a los ciudadanos en los albergues o retirando escombros, diciendo que no corresponde a un ministro o a un diputado repartir comida o utilizar palas para retirar lodo y piedras de los deslizamientos provocados por la tormenta. Y han sido incapaces de mover siquiera un dedo para asistir a los compatriotas que la están pasando mal.
Las instituciones de Gobierno han empezado la reconstrucción, la mayoría en infraestructura que administraciones anteriores habían hecho de manera mediocre, fruto de la masiva corrupción imperante. Ahora toca hacer puentes y carreteras nuevas de manera eficiente y concienzuda.
Pero antes de eso hay que salvaguardar la vida de las personas, volviendo seguras sus comunidades y generando fuentes de trabajo dignas. En eso, como en todo lo demás, la alianza ARENA-FMLN falló estrepitosamente. Y por eso critica al presidente Bukele, porque él ha logrado hacer de El Salvador un país seguro y que enfrenta exitosamente las sucesivas crisis, como la pandemia y ahora el embate de huracanes.