Nuevas Ideas se convirtió desde el 28 de febrero no solo en la fuerza mayoritaria de la Asamblea Legislativa, también en la expresión política de un pueblo entero. Estamos viendo la refundación del sistema político salvadoreño y dejando en el olvido los viejos instrumentos que por años ejercieron el poder en el país.
La reacción más recurrente que hemos visto por parte precisamente de esas agrupaciones desechadas por los votantes ha sido culpar a otros de su derrota y mostrar una inmensa voluntad de aferrarse a lo que queda de los partidos políticos tradicionales. No vemos ninguna intención de renovación, salvo algunas expresiones que parecen vacías y que ofrecen retocar los estatutos, pero de ninguna forma entregar el poder a una nueva dirigencia.
Lo lógico después de una derrota de tal magnitud como la que sufrieron ARENA y el FMLN el 28 de febrero es que sus dirigencias entreguen el poder, reconozcan que han fracasado y que han convertido a las dos agrupaciones en instituciones marginales. Sin embargo, lo que estamos viendo son políticos que quieren conservar la pequeña parcela de poder que poseen todavía para tener algún tipo de incidencia pública. No vemos que haya compromiso con las militancias para convertirse en nuevas opciones políticas en el corto plazo; al contrario: vemos un interés por preservar estas estructuras que ya fueron rechazadas por el pueblo salvadoreño.
Nuevas Ideas ha empezado el proceso de transformarse desde un movimiento político hasta un partido organizado que tiene como plataforma la transformación del Estado, un objetivo que ya está en marcha luego de haber conquistado las dos terceras partes de la Asamblea Legislativa y 150 alcaldías. Ahora debe trabajar para construir una infraestructura ideológica y política que preserve y mantenga actualizados estos logros. Así como están sus adversarios tras las elecciones, no hay opciones en el corto plazo que puedan hacer mella en Nuevas Ideas, lo que le da el privilegio de afinar su ideario y oferta programática.
El éxito del 28F ha sido gracias al liderazgo del presidente Nayib Bukele, que ha empujado la creación del movimiento que luego se consolidó como instituto político en torno de su agenda y logros. La nueva Asamblea Legislativa va a trabajar de manera conjunta con el Ejecutivo para lograr el desarrollo que durante tantos años fue negado al país debido a los conflictos —muchas veces artificiales— entre los partidos. Ahora la historia es otra y El Salvador se encamina a la prosperidad y al bienestar.