La vida de muchas personas que han alcanzado la victoria en lo que hacen, sean artistas, actores, actrices, compositores, cantantes, grupos musicales, entre otros, está llena de historias de batallas, envidias y golpes de las que supieron salir airosos porque siempre tuvieron mente fuerte y perseveraron en su camino.
Son admirables esas historias porque dejan muchas enseñanzas de vida. Y es que realmente solemos equivocarnos al pensar que la gente nos mira como nosotros creemos que nos ven. Aunque obremos con bien a otros eso les repugna; a pesar de ello, avanzamos en el camino de confianza, esa que no debemos destruir nunca.
Como muchos de ellos que lograron la victoria, me considero una persona resiliente, con la capacidad de mantener mi propósito central con integridad ante cualquier cambio dramático de circunstancias. Tengo confianza en Dios, en mí, en lo que hago, en mi inquebrantable lealtad hacia mis verdaderos amigos.
Acusaciones van y vienen, y la vida me ha dado la oportunidad de ver más allá de lo obvio, a ser consciente de la realidad, y saber de quiénes provienen esos ataques. Crear cuentos de corrupción y proxenetismo, entre otros, solo está en la mente de ociosos, borrachos y ladrones, que frotan sus manos esperando derribar a quien se cruce por sus caminos.
Sin duda que desde que Nayib Bukele ganó la presidencia hubo una articulación entre los que perdieron el poder, esos mismos que se prestaron a situaciones y presiones durante sus gobiernos, y que ahora participan en elaboración de ataques políticos, por el simple hecho de que nunca creyeron que el pueblo salvadoreño asestaría un golpe de muerte al bipartidismo que llenó de dólares sus bolsillos.
El descalabro de los desgastados partidos políticos ARENA, FMLN, el antiguo PDC, entre otros, no es culpa de este Gobierno. Es el pueblo salvadoreño que se cansó de ellos, de sus corrupciones, de su abandono a las familias, de sus mismas bases. El pueblo ya no los quiere.
No es casualidad que los discursos que usan en contra de funcionarios del Gobierno son los que han mantenido sus ONG fachada disfrazadas de «sociedad civil», sus asesores que juegan a dos bandos, pero que son perversos. Esos mismos son los que lanzan sus calumnias, sus mentiras, adjudicando sus acciones del pasado a otros, con el afán de, según ellos, debilitar al presidente y su Gobierno.
En mi caso, no encuentran ni encontrarán casos de corrupción o algún mal manejo de dinero ni nada que dañe mi carrera profesional. Tampoco necesito realizar acciones que otros quisieran que hiciera, aunque se jalen los cabellos.
Conozco de dónde venimos, dónde estamos y hacia dónde vamos. En este andar conocí a mi amigo Nayib Bukele, con quien ya recorrimos varios caminos en varios escenarios. Mi lealtad con él es incólume. Lo sabe.
Soy leal no solo por amistad, sino también porque creo totalmente en él y en su Gobierno para el pueblo. Lo admiro porque echarse al hombro un país con deterioro en seguridad, en salud, en educación, altamente endeudado, con más de 30 años de abandono, sin esperanza, y con personajes y políticos que se resisten a que se gobierne para el pueblo, solo es de valientes.
Por eso soy su soldado. Y sepan que soy resiliente.