La vida es, sin lugar a duda, compleja por su variedad de circunstancias y se vuelve aún más difícil cuando estamos demasiado atentos a la opinión innecesaria de los demás. Llegado el momento de avanzar hacia dentro, no se puede iniciar sin dejar atrás todo aquello que es relevante para la mayoría. De ahí el tema en cuestión: retroceder para los demás es avanzar para uno mismo.
El maestro William Feather decía al respecto: «Ningún hombre es un fracaso si disfruta de la vida». Es así. La concepción de fracasar es un criterio colectivo de eficacia empresarial, pero no está a la base de la realidad intrínseca del ser humano. Retroceder no es fracasar, retroceder no es estancarse, retroceder es haber comprendido que avanzar por avanzar no tiene el mérito debido.
Cuando se avanza con todos, algo no está bien, algo no cuadra. Cada persona tiene su propia realidad y deberá avanzar según ese mismo contexto que le ha tocado. Si se avanza con todos, en realidad se está retrocediendo; si se retrocede sin los demás, en realidad se está avanzando para uno mismo. Sé que este planteamiento es una bomba para el lector, pero es la única forma de comprender el avance real, es decir, aquel que tiene propósito según la propia consciencia.
De tal suerte que se debe procurar en la vida avanzar con el concepto propio de progresar y no bajo los parámetros sociales de éxito. Probablemente algún lector dirá que esas ideas son propias de alguien que no ha logrado nada en la vida, pero la realidad es que quien expresa esas ideas es precisamente alguien que ha alcanzado una cantidad de cosas nada despreciables con su caminar y sentido de la vida.
Por tanto, cada paso se debe asentar con fuerza para dejar la huella, y que ese vestigio tenga una estampilla tan propia que demuestre que quien pasó por ahí vivió su propio sendero, su oportuno destino. Soltar es necesario para que, al no tener nada en qué apoyarse, fluya y se comience de cero nuevamente. Cada cierto tiempo de la vida se debe tener como obligación moral hacia uno mismo dejar de ser para ser nuevamente.
Ya lo decía el maestro Voltaire: «Lo más seguro es no hacer nada en contra de la propia conciencia. Con este secreto, podemos disfrutar de la vida y no tener miedo de la muerte». Pues sí, me adhiero a esa postura. Solo la propia conciencia, claro, si está bien trabajada, puede dar los parámetros de avance y éxito verdadero, solo ella puede crear las condiciones reales de alcanzar lo que se propone al ritmo de cada persona.
Pero está claro que no se puede ni se debe, por ningún motivo y en ninguna circunstancia, si se quiere ser consecuente con el criterio de felicidad verdadera, esperar a ser dichoso si se está a la espera de los criterios de avance o éxito de los demás, cuando solo uno siente en su propio ser lo que lo hace feliz y vivir en paz. Así que insisto en el inicio de esta postura: retroceder para los demás es avanzar para uno mismo.