Algunos años atrás, la vida de las mujeres seguía marcada por valores de sumisión, complacencia y obediencia indignantes; sin embargo, la domesticidad y la maternidad constituían el grueso de la ideología sobre la que se sustentaba el rol femenino, y su aportación a la esfera pública estaba completamente silenciada o vetada.
En esos años, la educación femenina englobaba un amplio y polémico tema de debate por el hecho de ser mujer, y su posibilidad de acceder a cualquiera de los niveles académicos (educación primaria, secundaria, superior, formación profesional) era casi imposible.
Según el documento «Política de equidad de género» de la Universidad de El Salvador (UES), debieron pasar 43 años desde la fundación de ese centro de estudios (1841) para que se graduara la primera mujer en el país.
«Las concepciones con respecto a las desigualdades educativas en razón de género se imponían para el sometimiento injusto de las mujeres; esas ideas indudablemente las perjudicaron a ellas en primera instancia, pero al analizar el fenómeno social con radicalidad, también vemos que han dañado el desarrollo humano en su totalidad», cita el documento.
A pesar de las restricciones sociales de ese entonces y aprovechando el hecho de que la única universidad pública del país otorgaba la oportunidad de recibir a mujeres dentro de su campus, algunas salvadoreñas valientes decidieron poner en marcha sus convicciones para formarse como profesionales de carrera y con ello sentar precedentes.
Mujeres universitarias
Marcando un hito histórico a escala nacional y centroamericano encontramos a Antonia Navarro Huezo, quien en septiembre de1889 se graduó de ingeniera topógrafa en la Universidad de El Salvador.
La joven fue la primera salvadoreña en obtener un título universitario, mismo que defendió públicamente por medio de su tesis doctoral con el tema «La Luna de las mieses» en la segunda planta de la universidad. En su estudio abordaba la supuesta universalidad del fenómeno de la luna de cosecha. La tesis, que estaba compuesta por cinco páginas, fue publicada en la revista de la institución «La Universidad».
Según investigaciones publicadas por el Centro de Estudios de Género de la UES, luego de Navarro, pasaron 43 años (en 1932) para que otra salvadoreña se titulara. Se trata de Esperanza Sofía Alvarenga, quien se convirtió en la primera mujer en graduarse en la Facultad de Química y Farmacia.
Más tarde, en 1938, Bertha Orbelina González se doctoró en Cirugía Dental. En su expediente se muestra una constancia de conducta intachable que fue emitida por el alcalde de su domicilio, la cual fue presentada como parte de los requisitos de ingreso a la ya mencionada facultad.
La investigación añade que al revisar los expedientes de los estudiantes hombres de ese mismo año, tal constancia no era un requisito para ellos, lo que deja en evidencia la desigualdad que sufrían las mujeres al momento de querer optar por formación profesional.
Tiempo después, en 1936, María García Herrera de Jovel se matriculó en la Facultad de Jurisprudencia y Ciencia Sociales, carrera que culminó en 1944 y que la acreditó como la primera mujer graduada de la citada facultad.
El 16 de agosto de 1945, Stela Gavidia de Grabowski se convirtió en la primera médica graduada del país. Se especializó en ginecología y fungió como jefa de Maternidad de una de las alas del Hospital Rosales cuando aún no existía el Hospital de Maternidad. Fue una de las primeras personas que aprendieron a aplicar radioterapia a personas con cáncer en el país.
En la Facultad de Ciencias y Humanidades, en 1957, María Luisa Chenivesse se licenció de Ciencias de la Educación y, según el expediente de graduación de esa facultad, en ese mismo año también obtuvo el título de licenciada en Filosofía.
Años más tarde, en 1964, Clelia Castellón Juárez obtuvo el título de licenciada en Letras, seguida de Carmen Dalia de Suárez, quien en 1965 obtuvo su licenciatura en Periodismo. A ellas se suma Leticia Calderón Alférez, quien se tituló como psicóloga en 1966. En ese mismo año, Tula Querubina Henríquez de Paredes se graduó como licenciada en Ciencias Sociales, y Ana Cristina Hinds de Narváez, como arquitecta.
Para la década de los sesenta y años posteriores, la afluencia de las mujeres comenzó a ser más recurrente; sin embargo, la brecha de género seguía siendo evidente en las aulas de la UES.
Estas y otras mujeres que han sido las primeras en las aulas de las facultades y que se enfrentaron a un mundo dominado por hombres son parte de nuestra historia y son parte de ese grupo que a fuerza de su tesón y esfuerzo prepararon el camino para que hoy por hoy, en las aulas de la UES, las mujeres sean mayoría.
Pero cuando se trata de optar a cargos de formación superior, la cuestión se invierte radicalmente, ya que son más los hombres quienes ejercen la docencia y, por tanto, son ellos quienes más acceden a cargos de dirección, ya sean estos decanatos, vicerrectorías o rectorías. Todavía hay mucho que hacer a favor de las mujeres.