Cuando sucedió el terremoto del 13 de enero de 2001, el sistema nacional de sismología no estaba preparado, pues según comentó la científica Sandra Martínez, no contaba con equipo adecuado que midiera sismos de magnitud superior a 5, y también se había despedido a personal especializado en el área. «El Sismológico no tenía personal en esa época, no existía ni el equipo. Fue hasta que se dio el terremoto que se sugirió al Gobierno de El Salvador que creara una institución como la que es hoy el Observatorio Ambiental. Era tal el abandono que no midieron ni la magnitud del 13 de enero porque los aparatos no daban ese nivel», dijo.
Es por ello que El Salvador no pudo determinar la magnitud de su propio sismo. Los datos fueron enviados por la USGS de Estados Unidos, que es una institución que se encarga de medir los terremotos a escala mundial, e indicó que se trató de una acomodación de placas y que alcanzó una magnitud de 7.7 en la escala Richter. Posteriormente, y a causa del terremoto, se creó el Sistema Nacional de Asuntos Territoriales (SNET), que fue adscrito al Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales (MARN). Martínez laboró ahí incluso después de que dicha institución se convirtió en el Observatorio Ambiental del MARN, a partir de 2008.
A pesar de contar con décadas de experiencia en el área científica de El Salvador, Sandra comentó que nunca antes vio una escena como la del 13 de enero en Santa Tecla, especialmente en la zona de Las Colinas, adonde fue enviada unas horas después de la tragedia para que hiciera un reporte.
Según narró, vio un hecho dramático, con gente corriendo, llorando y buscando a sus parientes. «Ojalá nunca la vuelva a vivir, porque fue demasiado traumante. Veía a la gente que con las manos quería quitar la tierra de sus familiares», dijo.
La zona de Las Colinas fue especialmente afectada porque el epicentro del sismo se ubicó frente a las costas de La Libertad; además, las casas se encontraban en una montaña que forma parte de la cordillera del Bálsamo y del Corredor Mesoamericano de la Migración de las Aves. La urbanización no respetó las pendientes de dicha montaña, lo que dejó a los habitantes en una condición de vulnerabilidad.
«La montaña en su interior tenía un río y unas cuevas, y todo el suelo era blando, con mucha humedad. Siempre se advirtió que no se debía urbanizar porque pertenece a la cordillera del Bálsamo», explicó Martínez.
Es por ello que la científica advirtió que una tragedia similar podría suceder nuevamente si se construye en zonas vulnerables pese a las declaraciones ambientales. «Ni dudarlo, podría suceder de nuevo un desastre como el de 2001. El impacto de los fenómenos naturales es porque el ser humano no ha respetado la naturaleza», concluyó Martínez.