Rafael Melgar, uno de los pobladores que se unieron a las labores de extinción del fuego en La Montañona, cuenta que el siniestro acabó con un nuevo reservorio de 50,000 pinos. Ese reservorio, detalla don Rafael, era un área que los lugareños cuidaban desde hace tres años y que fue consumido en dos días.
Ayer, los rastrillos, bombas, cántaros, machetes y cumas eran parte de las herramientas que los habitantes de los municipios que rondan el área afectada por el incendio en Chalatenango utilizaban para apagar las llamas.
Esas eran sus principales armas y las que desde el sábado les permitían acercarse al foco del siniestro para tratar de contenerlo.
Muchos de los habitantes han sido entrenados para encarar este tipo de siniestros y comentan que la organización comienza en las redes sociales, por lo que en cuestión de minutos forman las cuadrillas para sofocar llamas.
Entre los voluntarios estaba Rafael, de 67 años, quien desde el domingo apoyaba las labores para sofocar el siniestro.
Rafael lamenta que cuando se daña el bosque también escasea el agua, además de los posibles deslaves. «La gente que hace esto no tiene conciencia de que nos afectan en todo, porque el agua se acaba; cuando llueve no se retiene y se lava la tierra».
Según los bomberos, el incendio en La Montañona cobró mayor intensidad debido a la situación climática, pues los vientos propiciaron la rápida propagación del fuego sobre los árboles maderables y la maleza seca. Pero ayer al mediodía lo logaron apagar.
«De nuestra institución participamos más de 20 bomberos, equipados con bombas de mochilas y herramientas manuales para aplicar técnicas de combate directo y maniobras defensivas», afirmaron.