El bréxit ya es una realidad, pero el futuro de los servicios financieros británicos fuera de la Unión Europea (UE) es incierto, con negociaciones bilaterales que apenas acaban de comenzar y el riesgo de pérdida de actividad en este sector clave del Reino Unido.
«El acuerdo comercial posbréxit firmado en Navidad entre Londres y Bruselas es solo el comienzo, habrá meses de discusiones», afirmó Simón Gleeson, abogado del bufete Clifford Chance.
El acuerdo comercial entre Bruselas y Londres apenas hace alusión al sector de las finanzas, que mueve unos 150,000 millones de libras al año ($204,000 millones), mucho más que el políticamente simbólico de la pesca.
Las dos partes se han fijado como objetivo alcanzar antes de finales de marzo un acuerdo marco sobre cooperación en servicios financieros.
Fuera de la UE, la poderosa City (una pequeña área en el gran Londres) ya perdió su pasaporte, que permite a cualquier empresa financiera instalada en el Reino Unido proponer sus servicios en la Unión Europea. De todos modos, el temido éxodo hacia el continente ha sido mucho menor de lo esperado.
La capacidad de hacer negocios en la UE depende ahora de la obtención de equivalencias en ámbitos reducidos y especializados, fácilmente revocables. Es menos que en el acuerdo comercial entre la UE y Japón, señala Clifford Chance, quien augura una reducción sustancial en el acceso a los mercados europeos.
Al resto le espera el «statu quo» y la imprecisión hasta el final de las negociaciones sobre finanzas. Y la Comisión no parece tener prisa por concederlas: actualmente examina 28 solicitudes de equivalencia, pero ha pedido información adicional.
Bruselas quiere que el Reino Unido se comprometa a mantener un tipo de reglamentación financiera acorde con la europea. Esto, según Simón Gleeson, no plantea problema porque la reglamentación financiera europea es en gran parte obra de los británicos.
EL CABALLO DE TROYA
Pero políticamente, el gobierno del primer ministro Boris Johnson, quien hizo campaña por el bréxit, tendrá dificultades para aceptar esa condición. Y el dilema político lleva aparejado otro más filosófico: el Reino Unido exige la posibilidad de un alineamiento sobre los resultados, pero reclama poder lograrlo mediante reglas que no sean forzosamente idénticas a las de la UE.
Bruselas lo ve como un caballo de Troya que presagiaría una relajación de la reglamentación y una competencia desleal, aunque el Gobierno británico repite hasta la saciedad que quiere mantener altos estándares prudenciales. Entre tanto, las empresas británicas del sector se han preparado para una fuerte reducción de las transacciones financieras con la UE.
Deslocalizaron al menos 7,500 puestos de trabajo del Reino Unido a lugares como París, Fráncfort, Dublín o Ámsterdam. Es mucho menos de lo que se creía inicialmente, cuando se temió perder 50,000 puestos de trabajo en la City. Y movieron 1 billón de libras en activos. Y aunque el comienzo del año transcurrió sin problemas en los mercados de Londres o de la Unión Europea, en las transacciones a partir del lunes de la semana que recién finaliza se notaba una fuerte migración de corretaje de acciones europeas de las plataformas británicas a otras en Europa.
Al mismo tiempo, varios bancos británicos ya han comenzado a cerrar algunas relaciones comerciales con clientes situados en Europa, lo que podría dar lugar a litigios en el futuro debido a la incertidumbre jurídica. Se espera que la tendencia se acentúe.
«Aunque se establezcan equivalencias, los mercados querrán depender menos de las bases británicas para sus actividades [en Europa], sabiendo que las equivalencias pueden ser revocadas», afirma Mark Simpson, del bufete de abogados Baker Makenzie. Estima, sin embargo, que Londres seguirá reinando «en Europa en áreas como el corretaje o la compensación de derivados, el mercado de divisas».
Además, la migración de determinadas actividades de la City a múltiples plazas acentúa una cierta «balcanización» de las finanzas europeas, comenta Simpson.
La City podría optar por centrarse más en los negocios con centros financieros no europeos: Wall Street, Hong Kong o Singapur, y en tecnología financiera o finanzas verdes, donde está a la vanguardia. Abhinay Muthoo, profesor de la universidad de Warwick, señala que el potencial de actividad que se puede perder a corto plazo «tendrá un impacto limitado».
El riesgo, señalan los expertos, es que muchas empresas elijan mercados no europeos, sobre todo Nueva York, para sus transacciones y así eliminen cualquier riesgo con la reglamentación.