Este artículo está dedicado a los diputados de los partidos otrora mayoritarios que gritan y patalean cuando alguno de la bancada cian les dice que son corruptos. Además, alude a otro parlamentario que pertenece a un partido nuevo, afín a ellos, que en cada participación suele acusar al Gobierno de mal manejo de fondos, cuando su padre está siendo procesado por los millones de dólares de la ayuda de Taiwán para los afectados por los sismos de 2001, ayuda que nunca llegó a su destino.
Al principio tuve la idea de un titular que comenzaba con la frase: «El que anda entre la miel…» Sin embargo, aunque coincidía bastante con lo que quería plantear, pensé que la dulzura y pureza de ese manjar no va con la naturaleza corrupta y despreciable de esos personajes.
Creo que decir que proceden de una cloaca es lo correcto y, además, hay razones de sobra para pensar así, por mucho que se comporten como fariseos hipócritas al decir: «Nosotros no somos como aquellos».
No se sabe si en verdad les duele que los llamen corruptos o solo aparentan; porque uno piensa que si realmente los lastimara, ya hubieran abandonado esos partidos que tanto enlodan sus nombres y les granjean el repudio de la población, sin embargo, siguen allí. Será que piensan que lo que ganan como diputados vale la pena como para perder la vergüenza (a menudo en público) y cargar sobre sus espaldas las ilícitas acciones que los otros cometieron. O será que reciben, como muchas veces ha sucedido, algo extra para que estén allí defendiendo lo que ya no se puede defender por mucho que se busquen argumentos.
Ojalá que cuando finalicen sus tres años y el pueblo los deseche, no terminen escondidos o exiliados, como lo han hecho ya sus compañeros de malandanzas que legislaron y gobernaron en los períodos anteriores y a quienes ellos han jurado defender aun a costa de su propia conciencia e integridad moral.
Es posible hallar pecadores en una iglesia, pero no santos en un burdel. Por tanto, que no vengan estos diputados a decirme que aunque pertenezcan a un partido corrupto ellos son decentes y honrados, porque, como dicen en mi pueblo, «no se les cree ni el bendito».
Hay un problema que tendrán estos individuos aunque un día decidan renunciar a sus partidos, y es que el olor a cloaca les va a durar por mucho tiempo o tal vez para siempre. Sus carreras políticas y quizá hasta profesionales se verán afectadas. Esto porque en gente de esa calaña nadie confía, ni siquiera otro corrupto como ellos.
Recuerdo las declaraciones de algunos diputados de la legislatura anterior, principalmente los señalados de corrupción, cuando se les preguntaba a qué se dedicarían luego de dejar sus cargos. Muchos de ellos contestaron que tenían su profesión: unos, que eran abogados, y otros, que eran contadores. Sin embargo, me pregunto qué empresario confiaría la contabilidad o los asuntos legales a alguien que no tuvo empacho en meter la mano y hacerse de dinero fácil cuando se le presentó la oportunidad. Sin duda, pensará que este verá a su empresa como otra oportunidad para volver a hacer lo que ya trae como costumbre.