Es increíble la cantidad de acciones, conductas y respuestas que podemos hacer sin pensar demasiado en ellas, las hemos realizado tantas veces que son parte de nosotros.
Cuando una acción se aprende y es repetida en varias ocasiones hasta realizarla sin dificultad y de forma automática, se convierte en un hábito.
Cuando veo por la calle vehículos de escuelas de manejo que tienen la frase «alumno en aprendizaje» trato de recordar cómo aprendí, y tengo claro que me llevó un poco de tiempo, pero practiqué hasta lograrlo.
Cuando personas me comparten postres y las felicito por lo delicioso que les quedó, me dicen que ha sido después de practicar por varias ocasiones. Cuando veo niños que tienen mucha habilidad con matemáticas o en algún deporte que al inicio era difícil, los felicito, y siempre hay un padre o una madre diciéndome que lo han logrado con la práctica.
Al aprender una acción, conducta o respuesta, nuestro cerebro activa zonas específicas, crea conexiones neuronales y en la medida que vamos repitiendo, nuestro cerebro establece un mapa hasta que la actividad o el comportamiento se nos hace fácil y eficiente, pero debemos ser cuidadosos porque también nuestros hábitos de forma inconsciente en ocasiones pueden dañar a otros o a nosotros.
A nuestro cerebro le encanta ahorrar energía, le gusta generalizar, adaptar sus patrones establecidos a nuevos sucesos, evitar en la medida de lo posible cambios de hábitos, ya sea de acciones, conductas o respuestas.
Quiere lograr todo con el mínimo esfuerzo. De los ejemplos más comunes, como ir al gimnasio o empezar una dieta saludable, un gran porcentaje tiene dificultades para lograrlo y es que nos hemos acostumbrado al sedentarismo o a comer lo que se nos antoja.
Hemos repetido tanto tiempo este tipo de acciones que se nos convierte en hábito, para poder cambiarlo o para crear uno nuevo necesitamos de algo fundamental: la voluntad.
Cuando vamos al gimnasio o nos alimentamos de forma saludable percibimos algo diferente, hasta cierto punto extraño, llegamos a pensar que es difícil mantenerse, pero realmente es que aún estamos aprendiendo algo nuevo, estamos creando nuevas conexiones neuronales, que solamente con la repetición se consolidarán.
Cambiar de hábitos debería ser fácil y puede serlo, pero depende del grado de voluntad que tengamos; para tener esta sólida voluntad debemos estar seguros y convencidos del motivo por el que necesitamos esta nueva conducta o forma de responder ante sucesos, y cuál es el pro[1]pósito que nos mueve para querer transformar o crear un nuevo hábito.
Hay que concentrarse en eso que se nos ha hecho difícil cambiar o aprender. ¿Será que falta voluntad o una meta clara? A partir de este momento, usted que está leyendo, empezará a ser consciente de sus hábitos, si son positivos o negativos, si lo están acercando o alejando de lo que desea lograr.
Es su decisión salir de ese atasco y empezar a cambiar. Sin importar la edad podemos crear o modificar nuevos hábitos, pero debemos tener la voluntad genuina, el propósito claro y repetirlo varias ocasiones, hasta que lo hagamos de forma natural y eficiente, que ya será parte de nosotros.