Entre el 28 y 30 de septiembre de 2021 en el Centro de Privación de Libertad Número 1 en Guayaquil, Ecuador, se registró el evento más sangriento de los centros penales ecuatorianos en su historia. El resultado preliminar cuando no se tienen las cifras finales son 119 personas asesinadas y 80 heridos, siendo el tercer motín en nueve meses del presente año, ya que en febrero (79) y julio (22) eran los antecedentes de más homicidios en sus prisiones.
Ecuador atraviesa su peor crisis en la administración y control de los centros penitenciarios, los cuales se disputan diferentes bandas criminales, como la megabanda de Los Choneros, ligada y con vínculos al cartel de Sinaloa, las otras mayoritarias son Triguerones, Los Lobos y Los Lagartos, con vínculos con el cartel de Jalisco Nueva Generación y otras con menor presencia. Drogas, contrabando, tráfico de armas, ingresos de ilícitos como bebidas alcohólicas y estupefacientes, ingresos de trabajadoras del sexo y otra cantidad de delitos encabezan la falta de control y autoridad por parte de las autoridades penitenciarias ecuatorianas y del Gabinete de Seguridad.
La semana anterior fui entrevistado por varios medios ecuatorianos, pero lo que me sorprendió fue que todas las entrevistas eran en el sentido de emitir una opinión de cómo podían hacer en Ecuador para salir de la crisis y poder tener el éxito que tienen las prisiones salvadoreñas, cuáles han sido las claves de la administración de los centros penales salvadoreños, cuál era la clave para que con toda las reestructuraciones impulsadas por el Gobierno del presidente Nayib Bukele y su Gabinete de Seguridad no hubiera muertos, heridos y mucho menos masacres.
Estimados lectores, fue de mucha satisfacción hablar en bien de mi país, del sistema penitenciario salvadoreño que tiene avances y logros importantes en el Gabinete de Seguridad actual; en los tres gobiernos anteriores, medios brasileños, venezolanos, hondureños, chilenos y hondureños me pedían opinión y entrevistas porque éramos contados dentro de los peores sistemas penitenciarios en el mundo, donde el crimen y las pandillas tenían el control y el poder en las cárceles. Los ministros de Justicia y Seguridad y los directores de Centros Penales se acomodaron a las demandas y exigencias de estos grupos; por supuesto, los gobiernos que preferían entregar el control de las prisiones y que desde allí se ordenaran crímenes y delitos contra la población, empresarios, miembros de la PNC y de la Fuerza Armada.
Pude expresar y comentar las principales acciones que se han decidido por el presidente Bukele, como revertir la disposición del Gobierno de Elías Antonio Saca de entregar penales exclusivos por pandilla, terminar con las fiestas e ingresos de ilícitos, ordenar a las telefónicas que dejaran de hacer negocio con los criminales y pandilleros al elevar la potencia de sus antenas, los verdaderos bloqueadores de señal, las inspecciones de la Siget, los equipos de tecnología tipo aeropuerto para detectar posibles intentos de ingresos de ilícitos, el denominado Plan Cero Ocio carcelario, la limpieza y pintura de todas las paredes de todos los centros penales por los mismos internos, más de 15,000 movimientos de internos y rotaciones en sus primeros dos años de administración para romper grupos de poder, el trabajo penitenciario al exterior. De igual forma, se ha disminuido significativamente el hacinamiento, y un manejo ejemplar de la COVID-19 en prisiones.
Sin duda no fueron decisiones fáciles, el presidente y el Gabinete de Seguridad mostraron su voluntad política de comenzar a establecer las bases de un primer modelo penitenciario; no somos aún el mejor sistema penitenciario, nos falta mucho por construir en diagnóstico y tratamiento penitenciario, pero ya no somos contados dentro de los peores del mundo. El Salvador ahora es un referente y puede exportar conocimiento y experiencia.