No puedo ser corresponsal de un partido de fútbol viéndolo y sintiéndolo con emociones virtuales a más de 7 kilómetros de distancia y solo con un televisor de testigo. Mi diáspora más cercana, mi familia, así como toda la demás diáspora guanaca en todo el mundo, hemos sido una vez más los actores emocionales por nostalgia no por actualidad, y los únicos que podríamos hablar del fondo de estos eventos, no de sus particularidades individuales. Al fútbol salvadoreño no se le olvida nunca, y si es fútbol del FAS mucho menos. Ese es el fondo de esta narración que deseo expresar a nombre de tanto salvadoreño que nos volvimos a conectar gracias a la magia de nuestro más lindo deporte.
Junto al partido, anunciado desde hace una semana, ya empezábamos a sentir ese deseo de estar allá. Pero mientras, poco a poco, se calentaba el ambiente, Troya ardiendo incluida, vimos colores, gente alegre, entusiasmo y mucha expectativa alrededor del evento. El Salvador entero se preparaba para su fiesta; fiesta que siempre es barata por ser la fiesta del pueblo, y porque nos hace olvidar ese día eterno de problemas que nos duele tanto. Alguien se atrevió a decir que a este día cero homicidios, sí lo creemos al cien por ciento. Como se vuelve de feliz nuestra gente cuando el fútbol le responde; hace poco ese carnaval vino de la selección de playa, ayer llegó desde el estadio Cuscatlán. Y es que por muy viejo que sea el fútbol y por muchos triunfos o fracasos que se hayan dado; a cada uno le toca vivir el próximo juego casi como que nunca se hubiera jugado antes. FAS llegó de segundo, no de primero, en la opinión sapiencial del pueblo. Alianza lo había logrado no solo durante el transcurso del campeonato, sino desde una supuesta y bien merecida paternidad sobre los tigrillos. A la gente de Santa Ana la llevaba no una certeza, sino una esperanza. Por eso movió masas hacia la capital; la montaña, de ganarle a los blancos, iba a necesitar la fuerza de la multitud; esa fuerza que desde acto se convirtió en potencia porque al final nadie dudó en reventarse los pulmones. Solo Fito Salume se equivocó galán; fiel a su estilo y boca dijo en lenguaje criollo que iban a verguear a FAS.
El lunes muy temprano me despertó la llamada de un amigo desde Toronto, felicitándome y preguntándome cómo había amanecido como campeón. Aún quiero explicarme, le contesté, como siendo un aficionado ahora sentí emociones distintas, como cuando fui parte del equipo en las mismas circunstancias. Un ahijado me texteó y envió fotos desde Los Ángeles en medio de un gentío de aficionados preguntándome: ¿se acuerda, padrino, cuando usted también salió campeón con FAS? Y una querida colega mía desde San Salvador me felicitó por un nuevo campeonato, y eso que ella es pura Águila. La manera como hoy el fútbol me afecta es más general, llena de contextos y sin límites. El de cómo este se relaciona con casi todas las actividades del ser humano. El impacto y el poder que tiene para movilizar la fe y las voluntades para disuadir y prevenir opciones incorrectas para generar bioproductividad y hacer crecer comunidades, pueblos y naciones por medio de una convocatoria anónima y conectividad efectiva. Es un fenómeno humano por excelencia al servicio de toda ruta hacia la tolerancia, el respeto y la paz. Sí, duele perder; sí, es lindo ganar. Pero ante la realidad de un partido aún no jugado, el aficionado y jugador juegan en la misma cancha en la que todo puede pasar y esa es la naturaleza del juego mismo: la emoción de lo que está por suceder y que es para todos desconocido.
Al final del partido queda el consuelo y el agradecimiento. Todos vimos al Zarco Rodríguez, técnico de FAS, en ese gesto noble, íntimo, de un abrazo al cuello al entrenador contrincante, el Tigana Meléndez. Lo siento, le habrá dicho. Hiciste un gran encuentro. Después vino la entrega de la copa, el lindo viaje a Santa Ana y la celebración junto a un pueblo unido y orgulloso de sus héroes. Quien habló sin conocer la cancha, no fue escuchado. El pueblo no escucha otra cosa cuando es feliz con lo que tiene. Ahora FAS, la alcaldía de Santa Ana y el Gobierno Central tienen mayores compromisos.
Al FAS le sugiero: debe invertir más en proyectos, planes y programas a corto y largo plazo dentro de una visión que continuamente desarrolle y que nunca se agote de producir más jugadores de todo el departamento de Santa Ana. Debe estructurar y poner a funcionar una academia profesional que vele por los sueños y el talento de niños y jóvenes de ambos sexos dentro de una metodología de desarrollo a largo plazo. Debe contratar a un profesional que vele por la dirección técnica de todo el club, garantizando la puesta en práctica de mecanismos de financiación con patrocinadores, socios estratégicos y un efectivo modelo de mercadeo. Debe, ante todo, diseñar líneas estratégicas para la población en las que se fundamenta su existencia. Mientras más se acerque a barrios y colonias, más expande no solo su número masa, sino su conectividad operativa de la que saldrán jugadores, aficionados y toda clase de apoyo humano. Solo así podrá sentir que actúa con la visión de convertirse en un club grande, nacional e internacionalmente; solo así se volverá consciente de que su labor va unida a todo esfuerzo de mejorar la vida de los santanecos, y ser coadyuvante para la solución de sus problemas actuales.
A la alcaldía de Santa Ana, que organice y opere dentro de su mapa comunitario de barrios y colonias en toda la ciudad un movimiento de recreación y competencia en donde todos jueguen con libertad y seguridad, involucrando familias, escuelas y patrocinadores comprometidos con rescatar territorios y localías. Este tipo de actividades lúdicas no solo persiguen objetivos deportivos, sino que ante todo, primeramente, metas de aprendizaje social, en donde aflora el respeto y la solidaridad como modelos de habilidades para la vida. El niño y el joven deben desarrollar la capacidad de resiliencia y autoprotección al decir no a la oferta incorrecta, a la intimidación y al reclutamiento forzoso. El departamento deportivo municipal encargado de esta dirección debe ser estratégico y conocer lo que la población quiere, debe estar en línea con las directrices nacionales en materia deportiva y, sobre todo, ser parte integrante de planes y programas en materia de educación, salud y seguridad. Se le debe dotar de más recurso humano, adecuado presupuesto para elaborar planes de acción reales con el fin de involucrar a todas las fuerzas vivas de la población conscientes y con deseos de ver a su ciudad segura, limpia, participativa y libre de conflictos sociales. Por último, pero no menos importante, debe establecer y mejorar las relaciones directas con el C. D. FAS como un modelo a seguir para niños y jóvenes que ansían oportunidades. La alcaldía y FAS deben perseguir los mismos objetivos: lograr bienestar material y espiritual para la población santaneca.
Y para el Gobierno Central: organizar bajo una sola estructura todas las direcciones concernientes a educación, salud, seguridad, deporte, y juntas lograr un plan integral de acción que distribuya funciones y responsabilidades con espacios de interacción y complemento de unas con otras. Así, el Ministerio de Seguridad Pública, la Dirección de Reconstrucción del Tejido Social, el Indes, las alcaldías y todos los organismos con objetivos similares podrán operar de forma coordinada y con tiempos fijos de ejecución. Al deporte se le debe dar la oportunidad seria y profesional que se merece para que cumpla y obtenga los beneficios establecidos. Ya es tiempo de que se reconozca en la educación física escolar su fundamento propedéutico hacia un deporte más lleno de significado. No puede haber un mejor fútbol, si ignoramos esta primera entrega a los niños y jóvenes. Todo el andamiaje —motor que servirá luego para ampliar y expresar una mejor técnica de juego— debe ser diseñado con propósitos educativos en la escuela y recreativos después en la comunidad, para que la participación competitiva en los clubes sea decente y dirigida a superar resultados. Es correcto e importante ofrecer deporte y ciudad a los turistas, pero es urgente, a la vez, que esos mismos turistas vean a un pueblo satisfecho de sus necesidades básicas; y una de ellas es tener cubierta el inmenso deseo de las mayorías en jugar y ver un mejor fútbol, nuestro deporte nacional. Identidad patria y amor de localía, ese es su resultado final. Todo esto nos ha dejado el fútbol playa y el último partido del fútbol nacional. No un resultado, sino una tarea para todos.
El Zarco Rodríguez, técnico de FAS, fue honesto, como siempre, al decir que fue un resultado según la voluntad de Dios. Como técnico consciente no podía decir una mentira. Fueron dos penaltis en los que Alianza se vio como campeón; fáciles, con todo dado a su favor. ¿Qué podría fallar, si ya FAS había fallado? La voluntad de lo que Dios quería no consistía en el resultado de acertar o fallar en esos tiros; era ante todo el resultado de un contexto más amplio, talvez de 11 largos años de espera para que valoráramos mejor ese resultado. La racionalidad humana es insignificante para comprender ese designio divino; por eso Dios nos dio emociones para sentir, primero la fe en nosotros mismos y así llegar hasta sus brazos. El portero de FAS, Carabantes, lo entiendo mejor que nadie cuando se entregó con absoluta confianza, no a lo circunstancial de lo posible, sino a la fe de lo imposible. Este verdadero jugador sabe, tal como lo describió Tolstói, que es el abandono a la apertura de lo posible lo que hace realidad ganar en el juego. Cuando el hombre ya lo dio todo, pero aún le queda la fe, es cuando las montañas saben que pueden ser movidas. Esas son las emociones del deporte que vuelven iguales al que juega y al que ve jugar. Indescriptibles, indescifrables, digámoslo claramente: de locura. El ganador se desorienta y no ve ni oye nada; el perdedor lo oye todo, lo ve todo, pero a su manera. Todo es silencio para los dos porque no hay más sentido de lo que les está pasando, solo a ellos. Pero el fútbol, como todo deporte, se da su propia nueva oportunidad. Queda la herida que aunque nunca se cierra, no se puede volver a abrir. A prepararse mejor, a ver todo con deseos de rectificar y sobre todo a aumentar la fe, si a lo mejor eso fue lo que a uno le faltó y a otro le sobró. Felicidades, FAS. Felicidades, Santa Ana.