(Análisis filosófico de la crisis existencial)
El maestro Franz Kafka solía decir: «Eres libre y por eso estás perdido». Y es que es imposible encontrar lo que no se ha perdido, esto implica que, para encontrarse, hay que perderse primero; es una condición ineludible en la vida de cualquier persona que quiera evolucionar, crecer, madurar, mejorar su calidad de existencia y vida. Por tanto, no hay que temer a una crisis existencial, no es la antesala a la depresión, es la antesala al crecimiento personal.
Si bien es cierto, ante una crisis debe haber una guía, un camino a seguir, pues si no, sí puede perderse para siempre la persona; pero es necesario el rompimiento con el antiguo pensar y creer. Lo que se estanca se pudre, por ello se debe en todo momento estar en movimiento, para poder en ese constante cambio comprender los misterios de la vida interior y exterior. Procurando con ello un paso más hacia un sentido más trascendente de la existencia.
Ya lo expresaba Simone de Beauvoir: «Ninguna existencia puede ser válidamente realizada si se limita a sí misma». Pues bien, la experiencia del crecer, así como nace de la ruptura con el pasado de sí, también debe contener la validación de la construcción de los otros, es decir, una vida solo para sí carece de compromiso y una vida solo para los otros carece de sabiduría; uno y el otro, esa es la fórmula real y espiritual para superar la crisis existencial.
De tal suerte que la vida ha de ser un continuo experimentar el compromiso con mejorarse y competir consigo mismo. No hay otro camino más auténtico para la evolución y la calidad. Ya que al final uno es lo que ha hecho de sí mismo, no hay un me hicieron así, habrá condiciones adversas en la vida, sí, pero al final uno es el que decide qué hacer con ellas. Por tanto, uno no es su circunstancia, sino su decisión.
Con lo dicho anteriormente no desacredito la inolvidable sentencia del maestro José Ortega y Gasset: «Yo soy yo y mis circunstancias». De ninguna manera, es solo que, en mi humilde opinión conforme a la experiencia lograda, la circunstancia es una y la consecuencia es otra, según la decisión tomada. Si no, estaríamos dejando al destino la vida, y eso es infantil. Tomar y responsabilizarse de la vida y sus circunstancias es una obligación moral del espíritu libre.
Irónicamente, hay cada vez más en el ambiente una tendencia a responsabilizar de las circunstancias a factores externos a la misma persona; la psicología moderna y las leyes progresistas han cada vez más minado la facultad del ser humano de ser responsable de su propia existencia y de su propio superarse, a tal punto que debe dejarse a la persona la libertad de demoler el ser de otro en pos de la tendencia y del falso derecho de sí.
Es así como se debe, con la seriedad medianamente intelectual y mística, reconfigurar la visión débil y de libertinaje en que se está existiendo y empezar a darle a la persona la oportunidad de construirse a sí misma con la ayuda de Dios; permitiendo con ello la congruencia de vivenciar la crisis existencial sin medicamento mágico y sin lastimeras posiciones de cristal. Al final, la vida es oposición en sí y evolución superada de la misma.
Por tanto, querido lector, dese el tiempo de vivenciar la crisis existencial como esa gran oportunidad de crecer, claro, siempre con la guía de alguien, pero bajo sus propios criterios y sabiéndose capaz de afrontar lo que sea con su consciencia limpia y con la bendición de Dios. No se estanque en la misma visión de vida, que solo lo que cambia se libera y se mejora a sí mismo. No tema estar perdido, tema no encontrarse o nunca haberse buscado realmente.