Se considera artista desde su nacimiento, Sonia de Guzmán siempre vivió apasionada de la música y del canto gracias a la influencia musical que recibió de su familia. Su madre, que era primera soprano del coro del ISSS, infundó en ella un gran amor por el canto, que luego logró mezclar con su faceta de madre.
Con tres hijos profesionales, Sonia recuerda con mucha ternura como su familia ha vivido cada etapa de su carrera artística, hasta el punto de desarrollar en ellos el interés por el canto y la música.

«Mis hijos, si no están en el escenario cantando conmigo, están como mi equipo de producción, pendientes del sonido, de mis letras, de mis partituras. Pendientes de que todo salga bien. Se integran de una u otra manera; total, siempre estoy rodeada de ellos».
El amor maternal de De Guzmán ha ido más allá de lo común, y al hacer un pacto de fe descubre que el afecto de madre no solo se limita a la sangre, sino más bien a la adopción desde el corazón.
«Yo pedí tanto a Dios por un nieto que me mandó una, que es hija de mi hijo, pero también me dio 30 más por medio de la escuela de música que he fundado. Yo tomo a esos niños como mis nietos del corazón y a los maestros como mis hijos. La única diferencia que hay es que hay hijos que nacen del vientre y otros, del corazón», dice.
Manifiesta que la cantidad de satisfacciones vividas por medio de la música y rodeada de su familia han sido innumerables, desde el inicio de su carrera, hasta la etapa de ser madre, ambas estrechamente ligadas y perfectamente distribuidas.
«Nunca dejé la música. Embarazada y grabando, con mis hijos y cantando. He estado para mi familia y para la música 24/7», expresa.