En la actualidad, alcanzar el éxito es algo que la mayoría de las personas miden con base a números, a seguidores en redes sociales, a cuántas veces se comparte el contenido en las plataformas digitales o a cuántas personas es capaz de influenciar una persona. Sin embargo, para Juan José Gómez, músico y compositor salvadoreño, el éxito en su vida se define a partir de una sola cosa: seguir disfrutando de la música y mantener viva la llama de la pasión por las armonías y las escalas que le permiten también tocar las emociones de millones de personas.
«Juanjo Gómez» es un guitarrista y compositor salvadoreño que ha trabajado con grandes artistas como Aleks Syntek, Alejandra Guzmán, entre otros. Actualmente se dedica a ser músico de sesión, es decir, un artista que se integra a proyectos de otros para acompañarlos en los estudios de grabación o en sus giras, algo que, según explica, lo hace con todo el entusiasmo que puede sentir, además de transmitir sus conocimientos a otros a través de «sesiones», como llama a las clases que en la actualidad brinda en línea.
Sin embargo, también se dedica a producir su propia música, optando por estilos como el jazz o el funk, pero, también, buscando formas creativas de innovar con los sonidos. Un ejemplo de ellos son sus producciones «Semillas de copinol» y la más reciente titulada «Hecho en México», en la que tiene como invitados a músicos de distintas nacionalidades. Todo esto, explica, es lo que le da vida a su carrera artística, una que no mide con base a likes, followers o influencia en redes sociales, sino a la pasión por la música, la misma que desde su adolescencia lo llevó por un camino por el que sigue hasta hoy.
Comencemos por algo básico, ¿quién es Juan José Gómez?
Bueno, si buscás en Google vas a ver que es un exportero salvadoreño, ¡Ja ja ja ja! Pero, ya en serio, soy músico, guitarrista, un salvadoreño viviendo en México. La música me trajo a este país y sigo aquí. Valoro vivir en México, pero valoro también decir que soy salvadoreño. Llevo 15 años de estar acá y estoy feliz de estar aquí sin ocultar mis raíces salvadoreñas.
¿Cómo fue que nació tu pasión por la música?
Mi mamá me regaló una guitarra acústica cuando tenía 12 años, sin yo haberla pedido. Quizás, si me hubiera regalado un videojuego, sería un gamer, tal vez no uno profesional, pero en ese camino estuviera. Las corazonadas son lindas y mi mamá me regaló una guitarra acústica muy incómoda para tocar, pero para mí era lo máximo. Seguramente me la regaló como un hobbie, quizás para distraerme un poco, pero la guitarra me atrapó y ahí sigo.
A lo largo de toda tu trayectoria, ¿con cuál estilo o género musical te identificás?
En El Salvador, empecé a tocar como en 1997 o 1998. Iba a ver muchas bandas en vivo. La Luna Casa y Arte era el único lugar en que podíamos ver bandas en ese momento, en el que también había un movimiento de rock muy importante. En ese tiempo también se me dio la oportunidad de estar en «La Pepa», una banda que, para mí, sigue siendo una escuela. Luego, Iván Patiño, el bajista, me invitó a tocar funk y me encantó. Óscar Alejandro, un músico increíble, salvadoreño, también me invitó a formar parte de otra banda que se llamó «Cuentos de Barro» y que era de jazz, rock, fusión.
En toda esa experiencia aprendí a querer o a asimilar la música como música sin géneros. Pero, si tuviera que escoger uno, me encanta la libertad que tiene el jazz, es lo que más estudio y escucho. Me encanta el funk, mi música y mis temas están alrededor de ese tema. Pero también suelo sonar como muy rockero, muy enérgico.
Mencionaste algunos de los grupos y lugares en los que tocaste a inicios de tu carrera. ¿Con quiénes más has compartido escenario y en qué lugares has mostrado tu talento?
Musicalmente, La Luna Casa y Arte siempre fue el lugar principal en el que toqué y me desarrollé. Pero, también, La Pepa tuvo la fortuna de tener un manager increíble, Carlos López, con quien pudimos tocar en otros lugares. Empezamos a tocar en muchos festivales y anduve tocando en el circuito de bares y rock, tocaba covers y tocaba en varios proyectos. Toqué en cualquier lugar en el que podíamos haber tocado. Es que pasa algo cuando sos músico: si tu música es honesta y hecha con el corazón, todo lo que soñás y persigues, lo logras.
Acá, en México, me considero afortunado. Llegué en 2005 a estudiar y no me imaginaba todas las cosas que han pasado. He tocado en muchos lugares, en bastantes circuitos. He tenido la fortuna de trabajar como músico de sesión y compartido escenario con muchos artistas con quienes he hecho giras nacionales e internacionales. He tocado en el Madison Square Garden, que es un inmenso lugar. He tocado en las calles de Ecuador, donde vi un concierto donde la gente parecía un mar, y también recuerdo estar en la Semana del Jazz, en Aguascalientes, por decir algunos.
En tu trabajo como músico de sesión, ¿con qué letras o artistas te has identificado más?
Como músico se sesión no sé si me identifico con las letras o con los artistas. Hace poco toqué con Aleks Syntek y no es que me identifique con sus letras o su música, pero sí me identifico con su calidad humana. Además, me gusta mucho tocar en proyectos instrumentales porque se siente las ganas de comunicarse y es increíble tocar música de alguien más con tu propio sonido.
También extraño tanto ir a El Salvador, porque siempre que voy, toco con todos mis amigos y me siento identificado al estar ahí, con ellos. En la música aprendés que siempre las melodías andan ahí, sonando, para que uno pueda expresarse con ellas.
¿Has tenido que sobrepasar varios obstáculos en toda tu carrera?
Tengo 40 años y yo sigo sintiendo como que no tengo una carrera larga o exitoso, si se entiende como la mayoría lo define. He sido muy feliz con la música y eso me representa mucho más éxito, sobre todo en esta era en que se vive mucho de números, de likes, de shares. Uno se enfrenta a muchísimos retos internos y sacrificios, como el de la lejanía física, que es lo más fuerte que he vivido. Salir de mi país es quizás lo más fuerte que he vivido. Extraño poder tener familia que ir a visitar, ir a comer cosas típicas que, en realidad, no he comido en un par de años.
Uno a veces piensa que la carrera de músico es difícil. Creo que cualquier carrera puede ser igual de fácil o difícil. Yo disfruto tocar con mi guitarra. La paso bien siendo músico. Hago lo que quiero y puedo vivir de una forma en la que me siento cómodo y feliz.
Desde tu experiencia, tanto en El Salvador como en México, ¿cómo evaluás el apoyo que en este país se le da al talento nacional?
Todo surge del apoyo grupal entre los músicos y el que puedan brindar los pequeños lugares, como lo fue La Luna Casa y Arte, donde podrían darse los espacios para los músicos. Creo que una organización real podría lograr que se tome en cuenta la música como algo histórico e importante.
También, como músicos y como artistas, me parece que no debemos de interpretar todo como un enfoque rebelde, sino hacer sentir y hacer saber que nuestro arte está ahí y que es parte de la historia. Esto es como algo importante. Creo que la educación y el coraje con el que los músicos tenemos que tomar el instrumento y la música hará que la gente sienta un auge diferente.
A veces, la gente cree que a los músicos nos faltan escuelas o educación. Pero la educación y las escuelas están ahí. Creo que lo que falta es que un músico agarre su instrumento y se tome su papel en serio, poniendo lo mejor de su talento y preparándose para ello. Entonces tendremos una ola creativa que hará historia.
Creo que, en lugar de quejarnos, debemos hacer algo nosotros, porque, en lo que llegan y nos apoyan, nosotros podríamos iniciar siendo cumplidos, haciendo que sea algo honorable decir que somos músicos y que no sea sinónimo de algo malo.
Finalmente, la pandemia ha golpeado muy duro al gremio musical. ¿Cómo lo has sobrellevado allá en México?
Entiendo que a todos nos ha ido diferente y cada quien cuenta la historia de cómo le va. En mi caso, las giras pararon, los conciertos y viajes pararon, pero hubo mucha iniciativa acá de amigos con disqueras y productoras que tuvieron a bien hacer conciertos streaming muy bien producidos y que han ayudado mucho en esta situación.
Además, tenía un proyecto de compartir conocimientos a través de sesiones. En mi estudio siempre ha habido sesiones. Ahora todo es online, pero afortunadamente la iniciativa siguió y es como tener una escuela virtual ahora. No se vio interrumpido mucho el movimiento porque los chicos se tomaron los espacios. Nadie canceló y se siguieron sumando más. Eso lo vengo haciendo desde 2011 y, ahora, diez años después, se ha mantenido. Es algo de lo que me gusta hacer: compartir información, porque a mí me hubiera gustado que alguien me compartiera también hace años cuando yo empezaba.