«Tacupan» —en lengua náhuat— está formada por dos raíces: «tacu», que significa juego de pelota, y «pan», desinencia locativa que significa patio o campo de juego de pelota.
Según la historia, su nombre hace referencia a una de las tres ciudades que representaron la Confederación Azteca del rincón del valle de Anahuac (México), Tacupan, fundada por los yaquis o pipiles.
Tacuba es la alegoría que los españoles decidieron nombrar en el corazón de la sierra de Apaneca, a 16 kilómetros de la ciudad de Ahuachapán.
En 1999 fue declarada como ciudad, y actualmente no se observan personas con vestimentas típicas o refajos, el vestuario que emula una cultura indígena; pero sí existe una iglesia colonial. Lo más evidente que aún logran destacar sus pobladores son los adoquines y las calles de piedra.
«La lengua fue desapareciendo, pero hay cosas que aún las conservamos. Por ejemplo, las calles, usted ve piedras o adoquines. Eso es algo de nuestra identidad», expuso Julio Roberto Magaña, un reconocido profesor que retrata la historia de Tacuba.
También señaló que «hay algunos alcaldes que le llaman desarrollo a eso, desaparecer las calles empedradas. En realidad eso es falta de visión de mantener una ciudad con sus raíces».
Magaña, de 75 años, es originario de ese pueblo enclavado en la Ruta de las Flores, y recalca que las nuevas generaciones deben exigir espacios de participación para conservar los aspectos culturales de sus municipios.
«Yo admiro los pueblos de Ataco y Antigua Guatemala, las calles son sus patrimonios culturales. Aquí en Tacuba hasta hoy veo un alcalde que está tratando de revertir lo que otros no hicieron respecto a este tema», expuso el docente.
Agregó que ha participado en algunas consultorías de proyectos que tienen como fin conservar el patrimonio.
«Ahí hay una calle que se está haciendo con adoquines, aledaña al centro histórico. Está bien reconstruirlas o darles mantenimiento, pero sin perder su esencia», afirmó.