El nuevo siglo empezaba. El rojo cereza del café, la efervescencia política y las artes encontrando su cause anunciaban la puesta de la primera piedra del Teatro Nacional de Santa Ana.
Febrero por suerte o destino siempre fue el mes del teatro. Su construcción inició un 9 de febrero de 1902 y su esplendor se dejó ver por primera vez en la inauguración el 27 de febrero de 1910.
De lo primero han pasado 120 años y de lo segundo 112, cada año es una prueba irrefutable de que este Monumento Nacional ha vencido al tiempo, que su majestuosidad sigue intacta y que como una joya arquitectónica construida al detalle en cada espacio hoy brilla más que sus inicios.
Desde su fachada y cada pared, los colores se conservan intactos, con un estudio cromático, cada uno se ha conservado desde su génesis. Son los colores del Teatro de Santa Ana, con su propio código en una tienda de pinturas famosa en el país.
Esos entre otros detalles, son parte de la magia de este espacio que transforma a cualquiera que lo recorre, pero aún más a aquellos que tienen la dicha de trabajar en él y que se enamoran de un espacio que no quedó atrapado en el tiempo, al contrario, él atrapó una época de gloria, cuando el oro nacional era el café.
Margarita Navarro es colaboradora administrativa y también acompaña a los visitantes en el recorrido guiado por el teatro. Con ella recorrer cada sala y revivir la historia es como escuchar al mismo teatro describirse.

En esta primera entrega, reviviremos la historia de cómo surgió, vivió una etapa gloriosa, hasta la actualidad.
«Todo inicio en 1889, cuando se conformaron las Juntas de Fomento, estas personas eran las encargadas promover el ordenamiento, el arte y la cultura en la ciudad. Muy inteligentes porque ya hacían presentaciones en casas particulares y en escuelas. Ellos fueron los que le llevaron la propuesta al entonces presidente Tomás Regalado, a quien la idea le pareció formidable y la apoyó inmediatamente con 50,000 pesos de aquel entonces. Ese fue el primer aporte. Luego, él permitió que el grano de oro, el café que era lo más abundante y que daba progreso, y lo aprovechó y le puso el impuesto de 12.5 % a cada quintal de café y permitió la venta de patentes de licor, con eso se fue recaudando dinero», relató.
Los planos se fueron a concurso, el ganador fue el ingeniero Domingo Call y la construcción quedó en manos de la Constructora de Occidente encabezada por Francisco Durini y Cristóbal Molinari.
La belleza de este teatro es innegable y combina varios elementos del arte. Adonde los ojos se posen hay arte, un detalle o un elemento pensado, nada fue al azar, todo está cargado de significado por el contexto, por el gusto de los artistas que lo intervinieron, por la cultura del momento que separaba espacios para hombres y mujeres, por ejemplo, o por la creatividad que se dejó salir y se nota en los tres tipos de columnas.

El género teatral que definió al teatro se llama Proscenio y corresponde a un elemento distintivo: el arco que delimita el escenario y la audiencia. Este arco está adornado con estucados resaltados en color blanco, con un fondo verde y otros detalles en un amarillo suave. Su sola presencia ya engalana el escenario. Atrás del arco se abre y se cierra el telón. Además, cuenta con una pila acústica que en otrora se usaba con agua para definir el sonido de la Gran Sala. Ahora ya no se usa con agua, pero siempre incide en la acústica.
Las butacas son de madera, aún se conservan las originales con troqueles. La madera se ve sellada por los más de cien años y aunque es evidente que las tablas fueron talladas, sus venas y sus poros están completamente cerrados.
En varias partes del teatro hay madera, pero se desconoce el tipo, como la que se usó para las butacas.
Después del 27 de febrero de 1910, el teatro vivió 23 años de gloria, reconoce Margarita, fueron esplendorosos y marcaron la vida cultural y social de la élite y del pueblo de Santa Ana. Hacia 1933, la casa de las artes escénicas se entregó al Circuito de Teatros Nacionales, en ese periodo fue utilizado como cine hasta 1979. Pese a ese tiempo, el Teatro se mantuvo incólume conservando su belleza y venciendo al tiempo que pudo haber sido inclemente.
Pronto se convirtió en Monumento Nacional, el 20 de octubre de 1982. En el Diario Oficial se publicó su declaratoria como tal.
Cinco años después, el teatro se sometió a una restauración, la guerra postergó el proceso y fue retomado por el entonces Concultura con el apoyo de la Asociación del Patrimonio Cultural de Santa Ana.
A partir de 2010, fue administrado por la Secretaría de Cultura de la presidencia y, actualmente, por el Ministerio de Cultura.
Sin duda, podrán venir 100 años más y el esplendor de este teatro seguirá acaparando la atención desde el centro de Santa Ana y sus habitantes, así como a todo salvadoreño que puede sentirse orgullo de semejante Monumento Nacional.
Sus puertas están abiertas para recorrerlo de martes a sábado de 9 de la mañana a 12 del mediodía y de 1 a 5 de la tarde. Para sus recorridos guiados se aconseja programar al teléfono 2441-2193.

«Este teatro es un Monumento para sentirnos orgullosos todos los salvadoreños. El arte que aquí habita es digno de imitar en la actualidad», Margarita Navarro, colaboradora administrativa y quien hace los recorridos guiados por el teatro.