DeCuentos
TORTILLA TOSTADA Y CAFÉ
Por Celeste Grey
Celeste no se encontraba en el país al momento en que su abuela María se enfermó, pero nada más se enteró,
tomó el primer vuelo que la llevara a casa, después de todo, se trataba de una de las personas importantes de su vida.
Al llegar se encontró con una señora diferente, de semblante decaído y sin fuerza siquiera para mantener una plática como las que ellas mantenían en esas tardes calurosas acompañadas con una tortillita tostada con café. Ella se aproximó en silencio y la besó en la frente. María, al percibir ese gesto, supo quién era la única de sus nietas que podía ser tan cariñosa.
Regresaste pronto, hija, le dijo su abuela. ¿Ya comiste algo? Preguntó ella a su nieta, como siempre lo hacía cuando llegaba a visitarla… Andá a tostar unas tortillas y poné café para que tomemos, le dijo, mientras se intentaba levantar de la cama. Celeste se apresuró a sostenerla de la mano y a ayudarla. En ese momento supo que esa enfermedad no podía llevarse tan fácilmente a la mujer que muchas veces hizo el papel de madre para ella.
DePoesía
POEMA 9
Por Nelson Flores
Te amaré, porque con amor eterno me has amado,
tú ya sabías quién era yo, aunque yo lo ignoraba todo;
tú ya sabías a dónde iba y saliste a mi encuentro para mostrarme el camino.
Antes de que el sol abriera su luz y la luna su temblor,
tú ya sabías quién era yo, y desde entonces me amaste,
porque tu amor es sempiterno.
Yo no sabía amarte, porque el amor del hombre es limitado.
Amaba lo efímero, lo que mis ojos eran capaces de ver,
yo sabía que, para amarte, había que ver más allá
de lo que mis ojos eran capaces de ver,
que para amarte había que hacerlo en una dimensión que no es la nuestra,
con una fuerza que no es la conocida,
con unos ojos diferentes.
Pero tú saliste a mi
encuentro para enseñármelo todo,
por eso voy a amarte,
como el amor no conocido,
pero te amaré eternamente, como eternamente tú me has amado.
Así sea, Señor Jesús nuestro.
EL HORA CLASE
Por Jesús Arévalo
El «hora clase» es un héroe temporal,
su magisterio cortamente reconocido
soñando con la permanente estancia
que descansa tristemente en un archivo.
El taciturno pedagogo vive de expectativas,
añora el otro año siempre como el suyo,
mientras firma con pasajeras alegrías
asiduos contratos que desea sean uno.
Al «hora clase» lo abate la ansiedad
a cada semestre esperando el mensaje
que diga al fin que acordado está
el peaje de su presencia en clases.
A este pobre docente le abate un «impasse»
sentirse del campus totalmente amara
más sabe que en todo ese engranaje
al final él es más o menos nada.
Al «hora clase» le aturde fuertemente
la venida de asuetos y suspensiones,
pues con desdicha está consciente
no habrá nada de gratificaciones.s
El afligido académico se dedica a estirar
lo que con esfuerzos algo ha logrado
y la frustración cunde aun cada vez más
en el hogar faltando siempre lo necesario.
El «hora clase» a fin de año muere de tristeza,
cuando se reparten los bonos y aguinaldos
cuando el didacta con innumerables penas
obtiene de lo muy poco en el mes laborado.
Para él no hay descansos ni vacaciones,
solo lapsos donde carece el reconocimiento
y en su escritorio un mundo lleno de ilusiones
del día que llegue su magnánimo momento.
Al «hora clase» le apremia velozmente la edad
y nunca le llegó su amada permanencia,
fuerte y callado el lánguido llega a pensar
se le fue la vida en la cruel supervivencia.
LOS DESGINIOS DE TU VOZ
Por Odranoel Aguilar
No permitas que mi sombra
se extinga en tu enojo.
No martilles con tu voz mi adolorido corazón
—háblame con suave palabra—.
Extiende tu mano a este hombre caído
que se aferra a tu alma como un niño,
no dejes que sufra.
¡Detén tu enojo, vida mía!
¡Detenlo!
No dejes que el tiempo carcoma mis huesos,
ni dejes que la campana anuncie mi muerte
sin conocer la delicia de tu alma.
Sostén con tu voz los delirios de la muerte.
Deja que la araña teja su amor con los insectos
en un rincón abandonado.
¡Detén este tiempo frenético
que incendia mi alma!
En noche fría,
no permitas que los gusanos se apoderen de mi cuerpo.
No permitas que el llanto de la noche
me arroje a sus entrañas,
porque en la oscuridad
cualquier hombre es víctima de su sombra,
y en la muerte no hay quien me acompañe.
EN LA DENSA BRUMA
Por Martha Montti
En la densa bruma de mis pensamientos,
ilumina tu recuerdo mi mente adormecida.
Sigo esa luz de conciencia milenaria,
que me guía cuando mi instinto se aturde.
Cuando ciega a la razón y el tino
obstinada y a sabiendas,
corro al filo del despeñadero.
En el pasado, solo tu recuerdo percibo.
¿Qué cosa es el pasado?
¿Es abstracto, transparente, gaseoso
o sol es murmullo en el viento?
¿Es acaso una daga que atraviesa
tu conciencia?
Tal vez simplemente algo que
de tu memoria quieres borrar.
¿O es el pasado,
tus pensamientos
tu infinito
una bruma acuosa
dentro de tu corazón?.
DeEfemérides
ECO Y NARCISO
La hermosa joven Eco era una ninfa de cuya boca salían las palabras más bellas jamás nombradas. Eco distraía a la diosa Hera mientras Zeus cortejaba a otras ninfas, dándoles así tiempo para escapar. Cuando Hera descubrió el engaño, castigó a Eco quitándole la voz y obligándola a repetir la última palabra que decía la persona con la que
mantuviera la conversación. Incapaz de tomar la iniciativa en una conversación y limitada solo a repetir las palabras ajenas, Eco se tuvo que apartar del trato humano.
Retirada en el campo, Eco se enamoró del precioso cazador Narciso, hijo de la ninfa Liríope de Tespias y del dios río Céfiso. Eco lo seguía todos los días sin ser vista, pero un día cometió una imprudencia, pisó una rama, y Narciso la descubrió. Eco buscó la ayuda de los animales del bosque como ninfa que era, para que le comunicaran a Narciso el amor que ella sentía, ya que ella no podía expresarlo. Una vez que Narciso supo esto, se rio de ella, y Eco volvió a su cueva y permaneció allí hasta decaer.
Sobre Narciso, algunos cuentan que un muchacho que también se había enamorado de Eco oró a los dioses pidiendo que Narciso sufriera al sentir un amor no correspondido, como el que había hecho sufrir a otros. La oración fue respondida por Némesis, la que arruina a los soberbios, quien maldijo a Narciso a enamorarse de su propio reflejo.
El joven terminó muriendo de desamor (otros dicen que se ahogó mirando su rostro en el río) y bajó Inframundo, donde fue atormentado para siempre por su propio reflejo en la laguna Estigia.