La República Popular China años atrás era una nación pobre con un ingreso per cápita estimado en $54 anuales, no mensuales. Esta situación cambió después de la política de reforma y apertura lanzada en 1978. Dichas transformaciones permitieron el florecimiento de la economía china, un hecho económico mundial, histórico, sin precedentes.
En la población de San Juan Opico (La Libertad) el presidente Nayib Bukele y la embajadora de China, Ou Jianhong, anunciaron la pronta firma de un acuerdo de libre comercio (TLC) entre ambas naciones, todo esto con el firme propósito de aprovechar el potencial de la cooperación económica y comercial bilateral. Una noticia que, desde mi opinión, representa una gran oportunidad para nuestra nación, pero que al final dependerá de nosotros mismos si somos capaces de aprovechar este nuevo abanico de relaciones comerciales, como bien lo mencionó el presidente Bukele en conferencia de prensa.
En 2010, China logró convertirse en una superpotencia mundial y por primera vez dejó en el camino a Japón como competidor económico en el continente asiático.
El producto interno bruto de China en 2021 se estima que fue de $14,900 millones. Esto último convierte a China en el mayor exportador del mundo. Además, cabe agregar que es el principal productor de insumos agrícolas a escala mundial y en el sector industrial ocupa el primer lugar en el ranking de las potencias industriales más favorecidas.
Como podemos percibir, las reformas en la República Popular China en la dé cada de los setenta trajeron prosperidad a este país asiático, y a principios de los años ochenta el nivel de vida de los ciudadanos chinos se había elevado notablemente. Por cierto, el Banco Mundial en su momento asevero que China pasó de ser un país en vías de desarrollo a ser una nación con niveles de ingresos superiores al promedio mundial.
El TLC con China nos permitirá estrechar relaciones comerciales ventajosas con el país más grande del mundo (1,400 millones de personas) y con el crecimiento económico más elevado del mundo en las últimas décadas.
Por tanto, establecer relaciones de libre comercio con un país con las características anteriores significaría un aumento de la demanda de bienes de consumo, materias primas, bienes intermedios y bienes de capital.
Un tratado de libre comercio con China representa en el campo económico obtener beneficios con acceso preferencial al mercado chino para nuestros principales productos de exportación, nos referimos a la producción de café y azúcar. Eso sin dejar de lado el potencial que posee China en términos de oferta exportable de otros productos nacionales a esta nación asiática.
Debe destacar, además, que un TLC con China nos posibilitaría buscar una mejor integración a las cadenas productivas con el continente asiático, tanto por el lado de las exportaciones como de las importaciones.
En pocos años, China se convertirá en la primera economía del mundo seguido por la India y Estados Unidos. Este último dato nos reafirma nuevamente el potencial económico que tiene un TLC con China para nuestros productores salvadoreños, y no solo en términos de negocios, sino además la posibilidad de obtener grandes ventajas en temas de logística, tecnología, comercial e industrial, conocimiento dentro del marco del crecimiento económico de El Salvador.
Es sustancial resaltar que la imagen de país a escala internacional está mejorando notablemente y la guerra frontal contra las pandillas comienza a dar los frutos esperados. En ese sentido, un TLC con China bajo las condiciones actuales en términos de clima de negocio es prometedor, y este hecho constituye la piedra angular para que los inversionistas asiáticos vuelvan la mirada hacia nuestro país.