En el transcurso de la vida de las personas suele haber algún espacio en el que la claridad da paso a la razón de la madurez y la plenitud de la adultez; es ese preciso momento cuando se deja atrás la ingenuidad de la niñez, la rebeldía de la adolescencia y se da paso a la mesura, a la responsabilidad que conlleva ser un adulto y el camino por seguir hacia la vejez.
Los 33 años han representado un número mágico a lo largo del tiempo como una explosión de vida y energía, y al mismo una etapa de crisis de la mediana edad, es un tiempo en el que ya es posible hacer una evaluación sobre a dónde llevaste tu vida, qué tanto concretaste tus sueños y metas, o dónde te sorprendió el destino. También es el momento de mirar hacia adelante y te planteas escenarios más realistas y no idealistas, la paternidad y maternidad se viven con una plenitud que abarca el crecimiento emocional de cada individuo, dejas de preocuparte por cosas que antes considerabas importantes y das paso a priorizar lo verdaderamente importante, llegas a tener una mayor conciencia de ti mismo, de tu valor como persona y de aquellos que aún te rodean.
Uno de los momentos más importantes a nivel biológico también reluce a esta edad, ya que suele ser un punto de casi no retorno en la condición física y los cambios anatómicos que lleva consigo la vejez, ya que posteriormente el metabolismo complicará crear nuevos hábitos, como las rutinas de ejercicio, entre otros.
Un punto relevante de estos cambios se da igual en cuanto al atractivo sexual en mujeres y hombres, ya que suelen ser atractivos tanto para personas mayores de su edad como para más jóvenes. Sócrates mencionó que es una pena que un hombre envejezca sin ver la belleza y la fuerza de la que su cuerpo es capaz.
Según una encuesta realizada por el sitio social británico Friends United en 2012 a personas de entre 40 y 70 años, arrojó que no habían sido realmente felices hasta después de los 33 años, y más de la mitad vivieron plenamente hasta después de haber tenido sus hijos. Este tiempo de vida logra crear la empatía necesaria para comprender de manera más profunda cómo funciona el mundo, la sociedad y la vida en general, dejando las imprudencias y pasiones que caracterizan a la juventud por el pensamiento crítico y el altruismo. Las pérdidas de amistades, parejas y fracasos son parte de igual importancia que los logros y las relaciones duraderas, ya que todo, siendo parte de un proceso, suma y resta para concretar la persona que eres actualmente.
En el desarrollo de crecer llegas a pasar por diferentes procesos dolorosos, pero son estos los que logran crear un desarrollo complejo, pues difícilmente puede considerarse un logro sin haber sacrificado algo a cambio. Llegar a ser una mejor persona también significa tener que haber dejado a muchos atrás, personas que antes fueron importantes para ti se quedan en el pasado, y tener la suficiente madurez para aceptar que a veces no sumaremos en la vida de los demás, sino al contrario, ocasionaremos un daño. Como dijo Gustavo Cerati, «poder decir adiós es crecer».
Jesús vivió 33 años en la tierra, una enseñanza de vida seguida por millones de personas alrededor del mundo, un legado para aprender a perdonar y comenzar a vivir una vez más, la oportunidad para comenzar a soñar una vez más y forjar una felicidad duradera valorando todo lo que se ganó y se perdió en el camino.