Conmemoramos recientemente el comienzo del cuarto año desde que el presidente Nayib Bukele tomó las riendas del Poder Ejecutivo. Su ascenso al poder significó una verdadera alternancia, puesto que el gane que obtuvo en las urnas a través de elecciones libres y verdaderamente democráticas, pese a todos los obstáculos formales y materiales que le fueron puestos por sus opositores, fue verdaderamente arrasador, ya que sin necesidad de tener que ir a segunda vuelta en las elecciones el resultado confirmó su liderazgo en el pueblo salvadoreño.
Lo cierto es que, como suele ocurrir con la mayoría de los cambios estructurales y sistemáticos, especialmente cuando se trata de desmontar estructuras históricas de corrupción, el camino para llevar a cabo y ejecutar dichos cambios encontró una férrea oposición, principalmente de sus adversarios políticos, empresas y corporaciones privadas afines a los partidos políticos tradicionales y algunas organizaciones no gubernamentales; estas últimas financiadas en su mayoría por opositores al Gobierno.
Hay que recalcar que esta estrategia de oposición a los cambios que ha representado este nuevo Gobierno, liderada por sectores de la política tradicional de nuestro país, se ha basado principalmente en la desinformación y la tergiversación de la información, es decir, una estrategia que busca desacreditar los planes y proyectos del presidente Nayib Bukele y de su Gabinete de Gobierno para generar información calumniosa, ficticia, artificiosa, tendiente a confundir al lector, quien cándidamente consume esta información y en algunos casos la toma como verdadera.
Es así como ciertos sectores han cuestionado la transparencia de su gestión, la firmeza de sus decisiones que han desmantelado las estructuras de la corrupción que vivieron incrustadas por años en el aparato gubernamental, la depuración del sistema judicial y recientemente las políticas en materia de seguridad pública.
El artículo 6 de la Constitución de la República garantiza la libertad de todos los salvadoreños para expresar y difundir sus pensamientos; y parte de esa libertad contempla la autocrítica y la posibilidad de cambiar el rumbo de estos en la medida en que los hechos muestren verdaderos cambios en la forma de hacer política. Lo anterior significa que una persona que en un primer momento estaba reacia a confiar en el proyecto del presidente Bukele, partiendo de una opinión sesgada de la realidad, puede perfectamente cambiarla y dar hoy su voto de confianza. Y es que para todos los salvadoreños ha quedado claro y suficientemente demostrado que este Gobierno es un gobierno de verdaderos cambios, que no solo logró romper el bipartidismo que hubo en nuestro país por años, sino que también representa una verdadera esperanza para los ciudadanos y nos ubica y posiciona nuevamente como país en la ruta de la innovación y la competitividad estratégica regional, lo que se traducirá en mejoras sustanciales en la calidad de vida de las familias salvadoreñas.
Sin embargo, es menester acotar que los partidos políticos tradicionales continuarán con la estrategia de desinformación y que la lucha por el bienestar social y económico no debe ser vista únicamente como un proyecto de Gobierno, sino de país; por lo que en esta oportunidad es tarea de todos como ciudadanos capaces de ejercer el derecho al voto defender los cambios estructurales que hasta ahora se han materializado.