Un líder auténtico es siempre amado por su pueblo, a veces un líder puede ser amado o temido. Hace más de 500 años, Nicolás Maquiavelo se hacía la pregunta si los líderes deberían esforzarse por ser amados por sus colaboradores para fortalecer su condición al frente de las instituciones. Cuando se juzga a un líder, surgen dos dimensiones, una que pretende comprobar si proyecta confianza y empatía y la otra cuán temido es, lo que implica validar su capacidad de reacción y competencia.
En el reciente histórico del país surgieron algunos líderes destacables que lograron trascender, como el general Maximiliano Hernández Martínez, el expresidente Napoleón Duarte, que en su momento destacaron ante la población; sin embargo, terminaron ensombrecidos por los excesos de poder, lo cual les pasó factura perdiendo el poder político.
El caso del presidente Bukele es un fenómeno diferente. Su discurso, simple y práctico, es fácil de digerir por una población ávida de cambios estructurales. Él ha logrado conectar con el pueblo y este le ha depositado toda la confianza en sus acciones, como lo comprueban diferentes casas encuestadoras, ya que el pueblo expresa el respaldo popular a su presidente, quien ha sabido respetar la pluralidad de los procesos democráticos del país. Su liderazgo le ha dado un nuevo rostro al país en el escenario mundial, su popularidad ha trascendido fronteras a países europeos, asiáticos, del Oriente Medio, y a otros países que jamás en tiempos anteriores lo consideraban para sus expectativas o motivo de inversión. El Salvador se agiganta paso a paso, lo cual permite que eventos masivos, como el reciente Miss Universo, se hayan llevado a cabo de manera exitosa, con cada una de las participantes, que se convirtieron en verdaderas embajadoras, promoviendo los lugares turísticos y culturales más destacados del país.
Por sus políticas de estado sobresalientes que buscan siempre el bienestar de la población, sectores como turismo han crecido de manera significativa, la seguridad se consolida, la inversión extranjera se hace presente cada vez más, y su reelección goza del beneplácito de toda una población, que sabe muy bien que es necesario completar los proyectos que están en marcha. Hay muchas cosas por hacer todavía, pero se está haciendo todo aquello que significa bienestar para el pueblo. El mundo entero está viendo surgir el inicio de un nuevo El Salvador.
La recién inaugurada Biblioteca Nacional rompe con el concepto tradicional de bibliotecas y el paradigma de ser un depósito de libros solamente, sino que es un verdadero centro cultural y tecnológico en espacios agradables y adecuados para los diferentes tipos de lectores.
Con el voto electrónico y el remoto en el exterior se está haciendo historia, y todo salvadoreño podrá emitir el sufragio por el medio que más considere conveniente o inmediato.
El pueblo ama a su presidente, lo cual lo convierte en el líder más popular y carismático en la historia del país, y sus detractores políticos solo son un minúsculo segmento de la población que resiente la incapacidad que tiene de poner la balanza del poder a su favor y de estar perdiendo sus privilegios y beneficios a los que estaban acostumbrados, enriqueciéndose a expensas de un pueblo sufrido, y se han quedado a andar en medios de comunicación despotricando los buenos resultados de la gestión presidencial.
Como decían los abuelos: «La culpa no es del indio, sino del compadre que no le entiende».