A los 73 años, Cecilio Chávez era un hombre alegre, activo y muy saludable. Maestro de profesión y meteorólogo por vocación, siempre compartía sus conocimientos sobre el clima y una agradable sonrisa con todos sus vecinos. No faltaba quien le consultara en la colonia donde vivía: «¿Será que va a llover ahora, don Chilo [así lo llamaban de cariño todas sus amistades y su círculo familiar]?». «Vamos a ver», decía mientras apuntaba su mirada al cielo, y con voz firme exclamaba: «Después de las 6 de la tarde seguro que lloverá».
A esa edad, ya jubilado de la Escuela Normal de maestros y con una familia establecida, don Chilo se había trazado un segundo proyecto de vida, con claros objetivos a cumplir: estudiar y dominar la situación climática en su querida ciudad de San Miguel; cultivar frutas y granos básicos para el consumo en su hogar; congregarse en su iglesia y compartir tiempo de calidad con su esposa, hijos, nietos y bisnietas.
Era un apasionado del clima, siempre le atinaba al pronóstico del tiempo. Su biblioteca era basta en materia de geografía, astronomía, agronomía y meteorología, mas nunca le faltaban sus ediciones anuales del «Almanaque pintoresco de Bristol», cuya lectura disfrutaba al lado de su familia.
Otro de sus pasatiempos era escuchar música, le encantaba escuchar de todo, desde los clásicos de Beethoven hasta las baladas más reconocidas de Hielo Ardiente, una de las bandas salvadoreñas más sonadas y reconocidas de los años setenta, cuyo fundador, Guillermo Chávez, era su nieto. Los domingos, estaba siempre sentado en las primeras bancas de su iglesia, escuchando el sermón de la mañana.
Todas estas aficiones, creencias, pasatiempos, desafíos y los vínculos afectivos con su familia y amigos eran lo que mantenía a don Chilo con una buena calidad de vida, producto de su constante estimulación cognitiva, una buena alimentación y de ejercitar a diario su cuerpo y mente.
Fue su estilo de vida, la proyección de nuevos objetivos y el amor de su familia lo que generó que la etapa de la vejez de Cecilio Chávez estuviera llena de bienestar, paz y buena salud. Don Chilo falleció en 1986, en la ciudad de San Miguel, tenía casi 95 años, y fue mi querido bisabuelo.
Cuando mi generación rondaba los 22 o 25 años, nunca se nos pasó por la cabeza la idea de que nos planteáramos más metas o nuevos desafíos personales cuando llegáramos a los 60 o a los 70 años. Nuestro proyecto de vida en ese entonces era terminar los estudios universitarios, ser profesionales exitosos y formar una familia propia. Ahora el planeta se enfrenta a nuevos escenarios demográficos, puesto que cada vez aumenta más el número de personas mayores.
Según datos recientes de la Organización Mundial de la Salud (OMS), la esperanza de vida en los países de América Latina ya sobrepasa los 75 años, llegando incluso a superar los 80 en países como Chile y Costa Rica. Nos acercamos cada vez más a una situación demográfica global inédita, en donde las personas adultas mayores están creciendo a un ritmo acelerado y pronto superarán en número a la población joven. Esto lo veremos en El Salvador en unos años más.
Por eso es determinante que las personas en la etapa de la vejez lleven una vida activa y saludable, con participación en programas para el mejoramiento funcional y cognitivo de su organismo, que les posibilite una mejor calidad de vida. En Casa San Miguel trabajamos con un modelo de atención que ofrece un programa de actividades para que las personas mayores tengan un envejecimiento activo, positivo y saludable, y en donde además les ayudamos para que construyan su segundo proyecto de vida.