Se ha visto con muchas expectativas la implementación del proyecto Mi Nueva Escuela, el cual busca la revalorización del diseño de las instalaciones educativas para lograr un aprendizaje más interactivo y mejorar los espacios y las condiciones del personal docente de una manera más digna para el logro de los aprendizajes, sin importar la situación territorial, específicamente en las áreas rurales. Hoy en día, muchas empresas optan por cualificar su recurso laboral para sus cuadros productivos porque no encuentran este recurso técnico en los centros de educación media y superior. Parece que educación y desarrollo van por caminos opuestos.
El Dr. Armando Bukele, en su recordado programa televisivo, «Aclarando conceptos», mencionaba que debíamos potenciar el pensamiento creativo de los niños y los jóvenes en los centros educativos, y esa es una enorme deuda en la educación en la mayoría de los países de América Latina. Incluso el modelo educativo chileno, que despertó esperanzas por su emergente economía, cedió a la influencia del neoliberalismo económico, que resultó ser un fracaso «a posteriori» como modelo económico para superar la pobreza y los márgenes de desigualdad en las sociedades latinoamericanas.
Por naturaleza, el ser humano nace con el deseo de crear. El niño es creativo. Desde pequeños inventamos cosas, juegos, juguetes, y crecemos pensando que podemos hacer un mundo mejor, y esa es la filosofía básica de una sociedad Maker, fundamentada en la innovación. Antes hacíamos las cosas de manera manual, éramos una sociedad de excelentes artesanos, pero a la llegada del desarrollo del «software» cambiamos las formas de hacer las cosas. Pasamos de lo físico a lo digital.
El Dr. Bukele, en su pensamiento innovador de la educación, sostenía que las cosas tan complejas como la física y la química se podían enseñar y aprender de una manera simple y entretenida, y esto nos trae a la memoria cómo un grupo de jóvenes innovadores se reunieron para inventar cosas que al principio eran un entretenimiento o un pasatiempo colegial y que luego se convirtieron en gigantes de la industria tecnológica. Todo esto surge por la curiosidad innovadora de un grupo de jóvenes, inquietos y ávidos por hacer cosas diferentes, ideas que surgieron de un garaje, en el cuarto de una villa universitaria, en un parque; así se iniciaron grandes gigantes de la industria tecnología que conocemos hoy.
Otro buen ejemplo son las comunidades Maker de innovación tecnológica de Silicon Valley, establecidas en Palo Alto, California, la cual ha sido retomada por varios países alrededor del mundo como un modelo para promover una generación y una sociedad web que vea al mundo como una aldea globalizada, para lo cual no se hace necesario ostentar grandes títulos universitarios, sino despertar en los jóvenes sus capacidades de crear e innovar cualquiera sea su condición social, tal como lo proponía el pensamiento innovador y científico del Dr. Armando Bukele Kattán.
Las naciones que reducen su nivel de pobreza son las que les apuestan a las innovaciones tecnológicas y a una educación de calidad que promueva la creatividad. No tenemos recursos naturales, pero si podríamos formar científicos y técnicos innovadores. La entrega de computadoras por parte del presidente Bukele a los estudiantes es el inicio de una nueva era digital en la educación de El Salvador, disponiendo de una oferta educativa con modalidades virtuales. La ciencia y la tecnología crecen de forma exponencial y están cambiando la forma de ver el mundo. Somos la generación de la data, de los drones, de las impresoras 3D, de la inteligencia artificial; es decir, necesitamos una nueva escuela o un Silicon Valley si queremos un verdadero desarrollo como país.