Una semana después del terremoto que devastó el suroeste de Haití, causando la muerte de casi 2.200 personas, los supervivientes luchan por conseguir agua y alimentos, pero responder a las necesidades básicas de los afectados sigue siendo un reto para las autoridades.
El sábado bastaron unos segundos para que decenas de miles de personas, algunas de las más vulnerables del país, perdieran todo lo que poseían tras el terremoto de 7,2 grados de magnitud.
En las calles, los sobrevivientes han estado luchando a diario para encontrar agua y alimentos mientras los convoyes humanitarios comienzan a distribuir productos de primera necesidad, pero a menudo en cantidades insuficientes.
El viernes se llevaron a cabo distribuciones informales de ayuda humanitaria en Los Cayos, la tercera ciudad más grande de Haití, destruida en gran parte por el terremoto, lo que a menudo provocó refriegas entre la multitud.
La distribución de la ayuda no contó con ninguna logística y los sacos de arroz fueron arrojados hacia la multitud sin que se hubiera identificado previamente a los beneficiarios como personas en situación de vulnerabilidad, según observó un fotógrafo de la AFP.
En Los Cayos, la mitad de un convoy de dos camiones fue saqueada por individuos no identificados antes de que interviniera la policía haitiana. El resto de la mercancía se distribuyó desde el recinto de la comisaría en medio de una gran confusión, añadió el fotógrafo.
Entretanto, Marcel François ve desfilar la ayuda frente a las ruinas de su casa, donde pasa los días, en la carretera entre el aeropuerto y el centro de Los Cayos.
«Veo a muchas autoridades yendo de un lado a otro, procesiones de funcionarios con sus sirenas, grandes coches de las ONG. También veo pasar camiones, pero nada me llega a mí», dijo el hombre de 30 años, que, como muchas de las víctimas, debe su supervivencia a la generosidad de sus allegados.
A esta ciudad llegó el viernes la Vicesecretaria General de las Naciones Unidas, Amina Mohammed, en una visita de 24 horas al país.
«Escuchamos las necesidades de los que están sobre el terreno. Hay muchas insuficiencias y seguimos comprometidos a apoyarlos», dijo la diplomática nigeriana.
«Hemos visto un momento increíble de unidad en la respuesta al terremoto, por lo que creemos que esto puede convertirse en una oportunidad de reconstruir para mejor», dijo Mohammed antes de abandonar Haití.
La idea de «reconstruir para mejor» no es nueva para los haitianos, a quienes la ONU ya hizo esta promesa tras el terremoto de 2010, que mató a más de 200.000 personas.
Pero el lema no se materializó y la reconstrucción prometida no ocurrió en una capital devastada por el desastre.
Terremoto y crisis política
Estados Unidos, la potencia extranjera más influyente en Haití, ha anunciado el despliegue de 200 marines en el país. Los ocho helicópteros que el ejército estadounidense puso a disposición siguen evacuando a los heridos más graves de las zonas afectadas por el terremoto a hospitales más especializados en Puerto Príncipe y la ciudad de Mirebalais.
Si bien la Defensa Civil haitiana se esfuerza por coordinar la ayuda que llega de una gran cantidad de actores internacionales y nacionales, esta última catástrofe natural ha golpeado a Haití en un momento en que el país se encuentra en plena crisis política.
Hace apenas un mes que el presidente Jovenel Moise fue asesinado en plena noche en su residencia por un comando armado de mercenarios colombianos. La investigación para determinar quién está detrás del ataque está paralizada.
Antes de su asesinato, el denostado jefe de Estado gobernaba en solitario, por decreto, porque no había organizado las elecciones legislativas que debían celebrarse en 2018.
En una sesión extraordinaria de la Organización de Estados Americanos (OEA) celebrada el viernes, el primer ministro de Haití, Ariel Henry, se comprometió a trabajar para celebrar elecciones nacionales «lo antes posible».