El presidente Nayib Bukele anunció durante el discurso del tercer año de gestión que lo que parecía un objetivo inalcanzable será pronto una realidad: «¡Estamos a punto de ganar la guerra contra las pandillas!».
También dijo durante su discurso que pensar siquiera en esta posibilidad hace apenas tres años era una fantasía porque como sociedad habíamos sido gobernados por políticos corruptos que tenían pactos sangrientos con grupos criminales, razón por la que era imposible erradicar la violencia.
Fue una realidad macabra en la que días con decenas de asesinatos eran la cotidianeidad. Apenas un día sin homicidios durante los últimos tres gobiernos que dimensiona la tremenda desidia de ARENA-FMLN hacia la vida de los salvadoreños.
Ahora, en cambio, la transformación está en marcha. El 1.º de junio, tercer aniversario del Gobierno del presidente Bukele, no se reportaron muertes violentas en el territorio nacional, que suman, de esta forma, 131 días sin homicidios en esta administración que perfilan la contundente apuesta por la vida y por los derechos humanos del pueblo.
Por esto el presidente se dedicó a explicar la importancia de haber transformado a El Salvador en uno de los países más seguros del continente. No es poca cosa porque la vida humana es mucho más importante que las megaobras de infraestructura que se han impulsado en el Gobierno, que están en marcha o ya fueron construidas.
El esfuerzo ha sido titánico y solo ha sido posible porque, por primera vez en la historia, hay un Gobierno con la decisión política de enfrentar el flagelo de las pandillas de forma integral y que tiene el apoyo del sistema judicial, la Fiscalía y la Asamblea Legislativa.
Gracias a este esfuerzo coordinado es que mayo ha terminado como el mes más seguro en los 200 años de El Salvador como república.
Los ciudadanos lo aprecian y por eso hasta en las encuestas coordinadas por la oposición se confirman los altos índices de aprobación hacia la estrategia de seguridad pública.
Esto, sin duda, es una transformación histórica que los salvadoreños reconocen y por la que lucharán para mantener. Ya no hay vuelta atrás hacia la vieja política corrupta y aliada de la delincuencia. Esta es una decisión libre y soberana del pueblo salvadoreño, un sueño largamente bloqueado y que, ahora que es una realidad, no se dejará ir.