Antes de que surgiera el fenómeno político de Nayib Bukele, que terminó con el nocivo bipartidismo que sumió al país en la corrupción, muy escasas cosas unían a los salvadoreños y los hacían sentirse orgullosos. Dos de ellas eran el amor por los colores patrios y la selección nacional de fútbol.
Con esta última, la relación ha sido tormentosa, con decepciones monumentales, como los tristemente juegos amañados por un puñado de hombres que vendieron su dignidad a cambio de dinero, jugando con la ilusión de miles de personas. Este ha sido, sin ninguna duda, uno de los actos de corrupción más grandes en la historia de El Salvador y uno en el que no estuvieron involucrados dineros públicos y cuyos responsables no eran dirigentes de partidos políticos.
Los amaños erosionaron la confianza y la admiración de todo un pueblo en hombres que decían representar los colores patrios, manchándolos con sus malas actuaciones. Todavía tenemos secuelas de ese nefasto episodio, con un expresidente de la Fesfut declarándose culpable en una corte federal de Estados Unidos y con jugadores desterrados de las canchas profesionales. Todavía hay un par que anda por ahí activo, pero que el buen tino del director técnico los ha dejado fuera de la convocatoria.
Este jueves, sin embargo, vimos como todo un pueblo se unió en torno de un equipo de jóvenes que enfrentó con mucha pasión y oficio a la selección de Estados Unidos, una de las potencias de Concacaf.
Después de más de una década de no superar la fase previa de eliminatorias de fútbol, El Salvador regresa a lo que los periodistas deportivos llaman «la fiesta grande» de la Concacaf, de donde saldrán los representantes del área para la máxima competición, el mundial, que el próximo año será en Catar.
El fútbol es el deporte rey en el país, así como el béisbol lo es en la República Dominicana o en Japón, y por demasiados años ya los salvadoreños han tenido que bajar la mirada por los malos resultados o los escándalos relacionados con la corrupción.
La ilusión volvió a nacer. Y aunque no hubo una victoria, un empate, de la forma en la que jugó la Selecta, hace volar la imaginación y la esperanza de todo un pueblo. Mañana será un gran día para volver a unir a un pueblo y alentar a la nueva selección.