Con hogueras de neumáticos y palos, unos 300 vendedores interrumpieron el paso en el bulevar del norte de Tegucigalpa frente a sus negocios, cerrados por las autoridades para impedir una mayor propagación del nuevo coronavirus.
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El gobierno hondureño impuso un toque de queda en marzo y en agosto empezó a aflojar las medidas restrictivas, autorizando paulatinamente la apertura de los negocios, con excepción del mercado de mayoreo zonal Belén.

El presidente del comité de vendedores, Rafael Sánchez, lamentó que «no se está dejando vender dentro del mayoreo» por la prohibición decretada por el Sistema Nacional de Gestión de Riegos (Sinager), el organismo gubernamental que administra la emergencia por la pandemia.
Deploró que los vendedores acumulan pérdidas por dejar de trabajar a causa de la prohibición.
Sinager ordenó el cierre de ese mercado porque, en un intento que hizo por reabrirlo, se convirtió en foco de contagio por el irrespeto de las medidas de bioseguridad tanto por parte de vendedores y compradores, muchos de los cuales se negaron a usar mascarillas.